Una vida mejor Ocaso SideralUna vida mejor Ocaso Sideral

Debido a la ingente necesidad de mano de obra barata y la complicada ubicación de las explotaciones mineras en los cuadrantes estelares, la Corporación Rayem diseñó las micro-cabinas de sueño, asfixiantes sarcófagos fabricados en plástico y pseudoacero, que permitían alojar a miles de trabajadores en un espacio reducido a cambio de sacrificar el confort más básico. Con la sensación de ser poco más que sardinas enlatadas esperando ser consumidas, los obreros y operarios de las estaciones orbitales renunciaban al calor del hogar a cambio de lugares de descanso compactos y de coste reducido.

Cada noche, tras haberse dado una relajante ducha de vacío, Galen se acurrucaba en su micro-cabina a perderse en las imágenes de su tecno-tablet, rememorando tiempos mejores en su planeta natal, Deugilia IX. Como tantos otros, Galen se había visto obligado a emigrar hacia las explotaciones mineras en busca de Créditos rápidos para pagar la interminable lista de deudas que su familia había contraído con el Imperio.

La oferta de trabajo del Asteroide minero Estendusk fue lo suficientemente suculenta como para dejar atrás a sus amigos de toda la vida y comenzar una nueva rutina, que rozaba la esclavitud, a los mandos de la Corporación. Sin embargo, el ambiente laboral no había sido nada agradable: las quejas por parte de los encargados iban en aumento con la carga de trabajo a realizar. Los capataces de orientación laboral exponían a sus superiores que la necesidad de ampliar la plantilla en varios miles era algo necesario si se quería conservar la explotación del asteroide, pero la gerente del lugar, una opulenta humanoide llamada Chiradra Tenelda, insistía a sus subordinados en que las condiciones debían permanecer inamovibles si no querían ser sustituidos por autómatas de trabajo pesado.

A Galen nunca se le había dado bien pensar, y los interminables discursos de su capataz o de la jefa Chiradra empeoraban sus jaquecas crónicas. Desde muy pequeño gozaba de una forma física excepcional, pero su falta de autocontrol le cerró las posibilidades de asentarse en el ejército o en una compañía de mercenarios estelares. Por ello, a Galen le interesaba seguir trabajando en Estendusk a pesar de que la faena fuese agotadora e inhumana. Las deudas que oprimían a sus hermanos en Deugilia IX no distinguían entre dinero burocrático o dinero manchado de hollín, así que Galen fue uno de los primeros en querer silenciar a los capataces tan pesados e insoportables.

La simpleza de este individuo le impedía ver más allá de las gigantescas factorías de procesamiento mineral, tratando los frutos mal pagados de su esfuerzo como una recompensa más que merecida. Para Galen la palabrería de los rebeldes era una amenaza palpable al bienestar de su familia.

Y cuando llegó el día de la revuelta, el día en que Chiradra Tenelda fue asesinada por un grupo de terroristas, Galen intentó que sus compañeros mantuviesen la cordura mientras las instalaciones dónde había estado trabajando el último ciclo estelar estallaban en miles de pedazos. Cuando los sucesivos estallidos cesaron y solo quedaron restos metálicos y cuerpos flotando a lo largo del espacio, el cadáver de Galen se quedó, con la espalda fundida, pegado a una de las planchas de acero de su lugar de trabajo, como aterrador testamento de su tozudez y perseverancia.

Ni la Corporación Rayem ni el Imperio dieron importancia a la muerte de miles de trabajadores del Asteroide minero Estendusk, aunque la tragedia fue retransmitida durante varios ciclos solares en los canales más sórdidos de la Senso-Red. Las imágenes con mejor resolución, aquellas que mostraban las vísceras y los cuerpos abrasados, fueron las que más se extendieron. Sin embargo, nadie fotografió a Galen. Su tecno-tablet aún continúa flotando por el espacio inconmensurable, mostrando la misma presentación de imágenes de su infancia en bucle: lo que Galen necesitaba para dormir.


Imagen: Space battle en Alphacoders.com

Por Maurick Starkvind

Aprendiz de escritor desde siempre, rolero empedernido desde los trece y nintendero desde los cinco. Empecé en esto de la creatividad porque no había dinero para los salones recreativos.

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