Origen: Madrid, España
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Crecí durante los 80 en la madrileña barriada de Alfil, Arte 9 y Flecha negra; Donde otras tiendas lo intentaron después como Númenor, El Goblin y las actuales Quimera y una sede de Generación X. Así que desde entonces me atrajeron magnéticamente sus escaparates. Sin ser alguien que le haya dedicado continuidad a los juegos de rol, he absorbido nociones y conceptos desde entonces, vagabundeando sin pasta en los pasillos de aquellos templos míticos de la fantasía, aunque sea ahora cuando los pongo en práctica, más de 20 años después. Nunca es tarde si la dicha es buena.
En la EGB coleccioné un montón de fichas de personaje de juegos en los que o apenas participé en una partida mal interpretada en el patio o la biblioteca, o la partida se quedó a medias, como Darksun de D&D, Paranoia, Stormbringer o Call of Chtuhlu. Pero fue algo anecdótico y mal ejecutado. Y con el fin de ese ciclo educativo, vino también el fin de una serie de veranos y fines de semana enfermizamente dedicados al Hero Quest con la pandilla del pueblo. Todo esto quedó enraizado en mi interior de algún modo, por lo que hoy veo.
Ya en el instituto, siendo el rol algo poco popular entre las chicas, me enfoqué más en afilar el pizarrín que en lanzar dados, aunque si de dados hubiese sido, la colección de pifias hubiese sido de traca. La edad del pavo. Pero mi contacto anterior con el hobby había calado hondo, no quiso abandonarme del todo, y durante años fuí un solitario PJ en los videojuegos, empapándome más y más de lo que éste tipo de juegos suponía, con Eye of Beholder, Ishar, Baldurs Gate y todo lo que caía en mis manos que corriese en mi Pentium 100mhz. No elegí el PC Futbol ni el Counter Strike como los demás, no, a mi me molaba patear mazmorras y subir experiencia.
Entre los 15 y los 20, en mi más anárquico descontrol adolescente, mantuve un mínimo contacto con todo esto, de una forma cuanto menos extraña, hurtar miniaturas de plomo en cualquier parte. Sí, no estoy orgulloso ni arrepentido, sólo, era divertido. Incluso llegamos a intentar usarlas jugando Warhammer, pero no recuerdo haber sido capaces de terminar una sola partida ni respetar el reglamento, un fracaso vamos, nos gustaba jugar bebiendo calimocho y otras cositas. La edad del pavo, insisto. Muchas de esas figuritas adquiridas de dudosa manera, acabaron vendidas a bajo coste a otros alumnos. Dinero sucio para el fin de semana. Perdón a las pymes afectadas, que fueron muy pocas, y a la principal gran compañía que sufrió nuestro arte mangante, no me dais pena, chorizos, quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. De los 20 a los 30 me dediqué a otras actividades creativas, relacionadas directamente con la escritura, que me granjearon pingües beneficios económicos durante un tiempo. Así que, en cierto modo, pese al remolino autodestructivo de mi adolescencia, si algo se me daba bien, y así lo reflejaban mis bolsillos y la consecuente popularidad adquirida, era escribir.
Más cerca de los 40 que de los 30, hace unos pocos años, con la calma del guerrero, desempolvé cajas de minis amontonadas como basura en casa de mis padres, y comencé a jugar Blood Bowl con algunos de mis viejos secuaces de juerga, que estaban en un momento vital similar al mío. Y no saciados del todo, el siguiente paso fue quitarle las telarañas a esos libros que el uno y el otro tenían en las estanterías de sus habitaciones infantiles, y comencé a escribir de nuevo, pero esta vez, un ambicioso proyecto de campaña Sandbox para El señor de los anillos de I.C.E. Entertainment y JOC Juegos. ¿que hace años que no sabemos nada de ésto? ¡Qué mas da, vamos a por todas!
Durante un año, sumamos y restamos en infinitas tablas una vez al mes hasta desempolvar Cyberpunk 2020 de R.Talstorian Games. Y en eso estamos, llevo 11 meses de campaña, con unas 8 partidas desarrolladas, y la intención de cerrar campaña en unas 4 o 5 más máximo, para ver por que derroteros nos vamos después.
Y así estoy ahora, redescubriendo una afición que no es totalmente nueva, pero que nunca recibió la atención necesaria y que ahora me tiene bastante enganchado y entretenido. Como diría una vieja estrella del rock, en un concepto diferente y salvando las distancias, «el rol salvó mi vida». Ojalá me tocase el Euromillón para poder compaginarlo con muchas horas de tiempo libre para videojuegos, lectura, y lo que me de le gana que siga manteniendo vivo mi instinto natural creativo. Escribo por vocación, no por reconocimiento.
Entonces aparece Maurick y… ya está bien de cháchara… ¡¡Vamos a compartir con El Naufragio!!