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En esta entrada daremos a conocer un poco los entresijos de la cultura semiorca que vive en Lumensolis.

En Ylat

Lumensolis fue fundada por los tres Sacros Protectores. Comenzó siendo un pequeño reducto de semiorcos sin patria pero de personalidad férrea. Haciendo frente tanto al terreno hostil como a las criaturas que habitaban en él pudieron asentarse por fin en la parte más sur del continente de Guroalt. Ese asentamiento fue creciendo más y más y la ciudad acabó dando nombre al reino que es hoy en día. El extremo norte del reino lo delimita una cadena montañosa de terreno estéril y escarpado, donde se encuentra la Montaña Roja. Llega hasta el final de uno de los zarcillos del continente, hasta un archipiélago cerca de la costa ya en el Mar Rhasubeo.

A lo largo del territorio de Lumensolis podemos encontrar pequeñas beiah («ciudades» en el idioma común), principalmente semiorcas. Muy pocas son interiores y la mayoría se encuentran en los zarcillos de Guroalt. Todas ellas están fortificadas, bien surtidas de armamento y víveres. Las rutas comerciales no tienen tanta seguridad, pero se compensa con las fuertes medidas de seguridad que poseen las caravanas cuando son asaltadas, por ejemplo, por goblins.

En todo Ylat es el único reino cuya capital es semiorca. Todas las razas son bienvenidas, pero más las semiorcas, por supuesto. Se pueden encontrar humanos y algún que otro núcleo de enanos, pero todos ellos constituyen menos de un cuarto de población lumensolí. Todas las razas crecen, viven y mueren bajo los preceptos de la cultura semiorca.

La riqueza de Lumensolis es gracias a las fructíferas rutas marítimas comerciales. No es porque haya un producto autóctono que se venda bien fuera de las fronteras, sino que los semiorcos lumensolies son los mejores marineros adiestrados militarmente y los barcos son los mejores que surcan los mares. No es que sean mercenarios, pero los otros reinos prefieren contratar sus servicios que a los demás. O simplemente se dedican a comprar los productos a unos países y venderlos en otros.

La lengua oficial es el semiorco, aunque todo el mundo también conoce el lenguaje común y se utiliza para el comercio, principalmente.

Consignas

La benevolencia y la piedad no tienen cabida aquí.

Al nacer mamamos de un mundo hostil y la crueldad fue nuestra matrona.

Piel fuerte, corazón duro.

Diedad

Los primeros escritos de Lumensolis, que se conservan en el archivo de la capital, hacen mención a ritos que se asocian más a la naturaleza que a una deidad como tal. Todo cambió cuando un día la mar subió tanto que inundó varias ciudades. La llegada de una diligencia de creyentes lensénidos, poco después del incidente, les indicó que todo era obra de Lenseng, y la única manera de apaciguarlo era rendir culto a la deidad marina y aceptarla en sus vidas. Los semiorcos, reticentes en un principio, vieron cómo todo volvía a su cauce tras comenzar a hacer ritos de perdón a la deidad.

La gran mayoría de los lumensolies creen más en su propio devenir, pero al recorrer sus tierras se pueden observar un elevado número de pequeños altares junto a los caminos en las encrucijadas de estos en vez de grandes lugares dedicados a Lenseng en las ciudades. Incluso podemos encontrar una serpiente marina que sostiene el escudo de armas del reino, aunque no hay ningún registro al respecto de si es Lenseng o no.

Sociedad

La jerarquía lumensolí es muy sencilla. A la cabeza encontramos al Nagmor, se podría decir que es como la figura del rey. Él se encarga de dirigir al pueblo con la ayuda de sus tres consejeros. La clase noble, por así decirlo, estaría constituida por los cargos militares más altos. Tras ellos estarían los dael y el resto de oficios. Todos ellos son respetados por igual, pero tanto como el o la Nagmor como los consejeros son los más respetados. En último lugar, y los peores vistos por los ciudadanos, estarían los recién llegados, tales como los comerciantes, y los no ciudadanos. Estos últimos solo tienen permiso para permanecer dentro de las fronteras como máximo una luna. Tras ello deben abandonar el reino o iniciar el camino del Skum-ga.

La sociedad semiorca no se rige por el dinero o por quien tenga más. Todo ciudadano debe ser útil para la sociedad y ningún trabajo es mejor que otro. Esta es la causa por la que no se encuentran mendigos o personas que intenten aprovecharse del trabajo de los demás. Cuando se advierten esta clase de comportamientos, incluidos los delictivos, son expulsados al desierto, reinsertados en la sociedad o castigados públicamente (como por ejemplo participar en un círculo de la muerte), dependiendo de la gravedad de la situación.

Estas prácticas no son conocidas del todo fuera de las fronteras, por eso se tiene a la sociedad semiorca como beligerante y muy rudimental.

Cultura

Lumensolis no es un reino ambicioso ni política ni territorialmente hablando. Es una cultura que sabe que si sus fronteras distan mucho entre ellas con el paso del tiempo estas acabarán siendo de otro. Esto no quita que cuando algún Nagmor quiere ser ambicioso no lo sea, aunque el Consejo esté en contra, cuando se ha querido conquistar y hacer más grande el reino se ha hecho.

En un mundo tan hostil como puede ser el continente de Guroalt hay que estar siempre preparado, por ello todos los lumensolies deben estar formados militarmente, sin importar su oficio anterior y posterior. Es tan importante que para poder ser ciudadano, y ser reconocido como tal, hay que pasar el «servicio militar», el Skum-ga.

No hay edad mínima o máxima para emprenderse en el Skum-ga, lo que sí se recomienda que sea a partir de los cinco años. Tampoco hay un tiempo preestablecido para terminarlo, cada dael, aquel que ha emprendido el Skum-ga, necesita su tiempo para demostrar que se le puede llamar lumensolí de pleno derecho.

Desde fuera puede dar la sensación de que uno puede tirarse toda la vida siendo dael y no dar palo al agua. Todo lo contrario. Los dael siguen una rutina estricta, se dedican en cuerpo y alma a la disciplina que hayan escogido, ya sea a través de las armas o a través de la magia; ya sea dentro de la ciudad o fuera en las incursiones diarias. Los dael forman un poco más de la mitad de los ciudadanos de Lumensolis, y cuando estalla la guerra todo los ciudadanos están preparados para afrontarla. Y, hasta el momento, Luménsolis no ha sido vencida nunca.

Cuando han demostrado su valía con sus triunfos militares se consigue la ciudadanía tras superar un rito de transición. Normalmente este rito es uno de los pocos religiosos que existen en la cultura semiorca. El dael reta a su superior en un combate a primera sangre. Gana el primero que haga sangrar al otro. Ambos oponentes se esfuerzan al máximo y dan lo mejor de sí. Pocas veces los dael pierden, ya que perder supone una ofensa personal. Los que lo hacen, pocos vuelven a intentarlo y muchos deciden desterrarse y vivir como mercenarios fuera de las fronteras del reino. Los victoriosos son reconocidos como ciudadanos de pleno derecho y tatuados con símbolos primitivos en la nuca o en las muñecas. Llevarlos es todo un orgullo. Al igual que las cicatrices o heridas de guerra. Ellas demuestran que uno es capaz de dar su vida por el otro y por Lumensolis. Las heridas de guerra son sinónimo de respeto y admiración.

El otro grueso de la población es trabajar en un oficio. Los oficios son administrados por los tres consejeros , ellos se encargan de que no haya una descompensación entre unos y otros.

Ser ciudadano

Una vez conseguido el Skum-ga se es ciudadano y se le puede llamar lumensolí. Una vez llegado a este punto, al nuevo lumensolí se le abren muchos caminos ante él. Se puede continuar con la carrera militar, como hace la mayoría, y seguir protegiendo el reino. Otra opción es poder trabajar en uno de los oficios o pedir que se le asigne uno. Ser ciudadano te da la oportunidad de embarcarte en las rutas marítimas ya sea como dael de agua o como comerciante. Otro privilegio de ser ciudadano es poder poseer tierras, contraer matrimonio e incluso tener descendencia.

Nupcias

Las nupcias es el segundo rito que más despierta el interés a los lumensolies. Aunque demostrar los sentimientos en público es algo que no sea muy común entre los semiorcos (estos, como el resto de razas, también pueden llegar a enamorarse).

Ambos pretendientes deben haber aceptado al otro, sin obligaciones y de libre consentimiento. La ceremonia, en el día fijado, comienza con una lucha simulada de manos desnudas, tratando de inmovilizar al otro. El vencedor decide si la ceremonia continúa o no. La gran mayoría de las veces suelen ser las semiorcas las que se alzan con la victoria porque son más agiles que ellos. Si el vencedor o la vencedora da su consentimiento estos pueden comenzar su vida en común. Si no, a los pocos meses los lumensolies saben que habrá otro intento nuevo hasta conseguir lo que se proponen.


Imagen: Ciudad fantástica puerto

 

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