Revisábamos una y otra vez las pistas que el Sabio de Ashmarra había podido reunir antes de morir. Lo que más nos tenía en vilo era el texto que acompañaba a las imágenes de la estatuilla. Sabíamos que en él estaban todas las respuestas que necesitábamos pero no éramos capaces de ver más allá de lo evidente. Rezaba así:
|devotos
… sus |fieles ……………
|creyentes
——————–
… difundir …
… el bien y el mal …
… conflicto …
——————–
|compañeros |rivales
… a los |amigos y a los |enemigos
|camaradas
——————–
… cárcel de su morada …
… ágil pequeño …
… temible lento …
… tras el fin … … la piedra será piedra …
A los pocos días de salir de la casa del Sabio de Ashmarra, casi a mitad de camino al Templo de Kaj, nos topamos con un pequeño pueblo. Para nuestra sorpresa, no figuraba en el mapa del Sabio. Criabul no era muy grande, estaba formado por tres casas y un establo. Cuando los últimos rayos del sol amenazaban con desaparecer tras el horizonte decidimos probar suerte e intentar pasar allí la noche. Y como dicen, a la tercera va la vencida. Los dueños de la última casa fueron los únicos que quisieron darnos cobijo esa noche y dejar nuestros caballos en su establo. Era un matrimonio un poco mayor pero muy amable. Se disculparon por el comportamiento de sus otros vecinos, ya que ellos también eran mayores y nunca antes habían pasado viajeros por allí. Aunque no tenían mucho para ofrecer, su casa era muy modesta, pudimos cenar caliente y dormir en el altillo.
La noche pasó rauda. Bajamos hambrientos al piso de abajo pero para nuestra sorpresa no había nadie. No había rastro de los amables ancianos, ni de ellos ni de ninguno de los otros dos matrimonios. Temerosos de que la estatuilla hubiese influido en sus desapariciones investigamos las tres casas en busca de pistas. No había indicios de pelea y todo estaba en su sitio pero sí que encontramos unas huellas, humanoides. Es como si en algún momento de la noche hubiesen salido de sus casas dirigiéndose todos en la misma dirección. Korko y Droste decideron seguir las huellas y el resto nos quedamos por si volvían.
A la espera de su regreso volvimos a la casa de nuestros anfitriones. Al entrar algo nos llamó la atención. El fuego del hogar estaba apagado, sólo quedaban algunas brasas. Cuando entramos la noche anterior el fuego y el caldero no nos dejó ver que la pared estaba tallada con una imagen de la estatuilla. Nuestra estupefacción aumentó al comprobar que la imagen se repetía en las vigas de madera de la casa. Pudimos encontrar el mismo patrón en las otras dos casas. No comprendíamos por qué esos ancianos podían tener la imagen de la estatuilla, cómo algo tan antiguo podía aún perdurar en el tiempo. Estaba claro que cuanto más nos acercásemos al Templo de Kaj más evidencias encontraríamos de la estatuilla.
Mientras estábamos absortos en nuestra búsqueda un grupo de orcos se estaba acercando a Criabul. Para cuando quisimos darnos cuenta ya era demasiado tarde. Nos superaban con creces en número y teníamos una clara desventaja, aunque fuese de día llevábamos la de perder con nosotros. La única solución que nos quedaba era escondernos en el altillo, con suerte pasarían de largo por el pueblo. Pero no fue así. Desde el pequeño ventanuco del altillo pudimos seguir sus movimientos. Eran orcos pero no se comportaban como tal. Entraban en las casas como buscando algo, o alguien, pero curiosamente ni tocaban ni rompían nada. A las ordenes de su cabecilla el grupo se dividió en tres pequeños grupos. Uno hacia el Templo de Kaj y otro hacia el oeste. Contuvimos la respiración quedándonos de piedra cuando vimos que el tercer grupo tomaba la misma dirección que habían tomado hacía una hora Korko y Droste. En cuanto el pueblo quedó de nuevo vacío, y sin pensarlo dos veces, corrimos tras ellos. Con suerte los interceptaríamos antes que ellos a nuestros compañeros.
No tardamos mucho en dar con ellos. Luchar a plena luz del día era una clara desventaja para ellos e hizo que pudiésemos acabar con la escoria orca de forma rápida y efectiva. Aliviados porque no habían dado con Korko y Droste avanzamos en su busca. El terreno dejaba de ser llano y el camino se elevaba por una ladera. Al ir acercándonos pudimos ver, para nuestro asombro, que Korko bajaba corriendo hacia nosotros intentando no caer rodando por la pendiente. Al llegar a él pudios ver en la expresión de su rostro que algo malo había ocurrido.
Llegaron a la cima de la ladera y encontraron a los aldeanos de Criabul pero no de la forma que ellos habrían deseado. Estaban armados y eran muy diestros en el arte de la guerra. Sin saber el motivo estos comenzaron la batalla. Su agilidad y maestría los cogió por sorpresa, apenas podían hacer nada contra ellos hasta que Korko vio cómo Droste cayó sin vida al suelo. Tras ello salió corriendo como alma que lleva el diablo y fue cuando lo encontramos.
Como si de un profundo corte se tratase el dolor por la pérdida de Droste atravesó nuestro pecho llorando su pérdida.
Subimos hasta lo alto de la ladera, donde había tenido lugar la pelea, en busca del cadáver de Droste para darle un entierro digno, pero no encontramos nada. No había rastro ni de los aldeanos ni de Droste. Sin comprender muy bien lo que estaba pasando a lo lejos vimos una cueva. Pensamos que quizá estaban allí, no podían haber ido muy lejos.
La entrada de la cueva era muy estrecha, lo que hacía que fuésemos de dos en dos y con los ojos bien abiertos. Sin embargo los habitantes de Criabul nos estaban esperando. La batalla fue dura y larga. Cuando pudimos acabar con ellos observamos de cerca sus armaduras. Aunque estaban algo viejas se notaba que habían sido bien cuidadas y en ellas estaba el bajorrelieve de la estatuilla. Estos ancianos llevaban toda su vida esperando a que llegase este momento, como si fuesen guardianes del camino al templo y su único trabajo fuese mantener a raya los curiosos y visitantes entrometidos. Pero no contaron con nosotros.
Una voz que provenía del interior de la cueva me sacó de mis pensamientos. ¡Droste estaba vivo! La alegría volvió a nuestros corazones, ni él supo decirnos exactamente qué es lo que había pasado. Nada importaba ya que volvíamos a estar todos juntos otra vez.
Pasamos allí la noche, al resguardo de la cueva. A mí no me hacía mucha ilusión compartir techo con un altar a la estatuilla. Seguramente los ancianos de Criabul lo levantaron mucho tiempo atrás porque que no podrían abandonar el lugar e ir al mismo Templo de Kaj. Escupí al suelo solo de pensar qué tipo de ofrendas podían hacer en ese altar.
Sabíamos que por la inmediaciones aún estaban los orcos que quedaban, así que decidimos esparcir las armaduras de los ancianos cerca de la entrada, de esta forma si no nos despertaba el hedor de los apestosos orcos lo haría su estupidez topando y haciendo ruido con ellas.
Al terminar de cenar, mientras conversábamos los unos con los otros, Yogurta se acercó a mi y entre susurros me dijo que me fijara en la nuca de Droste.
Tenía un pequeño tatuaje de la estatuilla.
CONTINUARÁ…
Relato resultante de las jornadas de rol en Langa (30-06-2017 al 2-07-2017). Ambientación: Tierra Media. Sistema: Rolemaster.
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