Caelia Fulgentis

A pesar de que los esfuerzos para mantenerlo a salvo de los oídos de plebeyos y nobles de baja alcurnia, el pasado de la excelentísima generala Caelia Fulgentis, maga suprema del Gremio de Arcanistas de Shadaleen y el alto mando de la División de Artes arcanas del ejército de la corona shadalense es un misterio incluso para aquellos que conviven con ella en el día a día.

Infancia

Nació como Caelia Fulgentis en una familia de alfareros religiosos en la capital del Imperio de Malasthar, Beslitz. Desde muy pequeña fue instruida en la artesanía por la que los Fulgentis eran famosos en toda la región: la fabricación de efigies de La Precursora para ceremonias y ritos estacionales.

El negocio les permitía mantener un estilo de vida acomodado, pues su producto era símbolo de calidad. Un día, a finales de la temporada de lluvias, Caelia tuvo que acompañar a su padre en un largo viaje hacia el lejano pueblo de Ennius, en busca de arcilla y demás materiales del oficio. La caravana que debía proveer a la familia había sido atacada, y no le quedó más remedio al cabeza de familia que recorrer el camino hacia el sur para poder cumplir los pedidos antes de que llegasen las celebraciones del nuevo año.

Los dos permanecieron en un silencio sobrecogedor durante todo el viaje. Desde muy pequeña, la niña había mostrado ciertas actitudes heréticas que iban a tacharla como apestada en el futuro. No respetaba los rezos de La Precursora, ponía en duda su poder, se mofaba de los himnos eclesiásticos, y prefería las lecturas sobre espíritus deíficos, cómo Lenseng o Valujna. A pocos kilómetros de llegar a Ennius, unos hombres surgieron de las profundidades del bosque y les atacaron. El padre de Caelia no presentó ningún desafío y pereció tras recibir cinco puñaladas; lo que le esperó a la joven fue algo peor. Durante varias noches fue profanada por aquellos granujas, hasta que una mañana se despertó rodeada de cadáveres humeantes. Desnuda y confundida, fue recogida por un misterioso caminante encapuchado que se había acercado, atraído por la sobrecogedora humareda. El hombre no pestañeó al ver la matanza, y ofreció su ayuda a la joven para que se pusiese en pie.

Perversión

Su salvador era un ermitaño de avanzada edad y aspecto desagradable que respondía al nombre de Holthur; mientras buscaba componentes de conjuros en la linde del bosque, fue atraído por la intensa humareda y el olor a carne achicharrada. Antaño había sido un gran mago, pero los años y la locura le obligaron a alejarse de la sociedad para recluirse en una cabaña perdida en las montañas del Dominio.

Holthur sintió, desde que la rescató del campamento abrasado, una poderosa y reptante oscuridad que moraba en el interior de la chiquilla. Vio en ella el aprendiz que nunca tuvo, y en cuanto se recobró de las heridas físicas que sufrió a manos de los bandidos, comenzó a transmitir toda la sabiduría blasfema que había acumulado a lo largo de su carrera como arcanista.

La joven Caelia se olvidó por completo de su vida anterior al pasar los meses bajo la tutela de un brujo enloquecido. Fue forzada por su mentor a realizar un ritual de traslación que la encerró en un siniestro entramado de cavernas del Velo Obsidiana. Los días que pasó apartada de la realidad consumieron su cordura, y emergió de su exilio impuesto como la deleznable bruja Kah-Suran. Los susurros que se internaron en su cabeza mientras vagaba sin rumbo por el Velo le instaron a consumir el corazón de su maestro para ganar la vida eterna. Y así lo hizo en cuanto se acercó a Holthur. El viejo no presentó resistencia; parecía que era lo que anhelaba, pues no dejó de sonreír mientras la chiquilla que rescató de las garras de la humanidad lo devoraba.

Terror

Tras apropiarse de la energía vital del ermitaño Holthur, la desquiciada bruja comenzó una campaña de destrucción desorbitada a lo largo de las provincias malasthinas. No dudó a la hora de emplear la magia nigromántica que había aprendido de su mentor. No tuvo piedad con sus víctimas.

Todos los que osaron enfrentarse a ella acabaron consumidos por llamas negras, pero las matanzas de Kah-Suran no duraron demasiado. Una coalición de héroes se formó con un único objetivo: acabar con la amenaza de la bruja gris. Cuando se vio rodeada y al borde de la muerte, comenzó a rezar al único espíritu deífico que había escuchado sus súplicas y sus ruegos durante su campaña de horror. Vaiel, el oscuro prisionero de la Luna y señor de las tinieblas, se había apoderado del corazón de Caelia y había retorcido su espíritu para convertirla en el monstruo que era Kah-Suran. Pero en aquel momento, cuando estaba a punto de ser ejecutada por uno de los valientes héroes malasthinos, fue salvada por la intervención divina de La Precursora.

Redención

Kah-Suran había sido capturada en una de sus guaridas, escondida en las profundidades de los Bosques de Xalanth, al norte de Malasthar. El avatar espiritual se había interpuesto entre el guerrero armado y el cuerpo desnudo de Caelia, aunque la espada del héroe atravesaba parte del avatar. La sola presencia del espectro inquietó a todos los habitantes de la sala, pero la divinidad no cedió ni un centímetro. Con las voces de una multitud, pronunció al unísono que, durante el resto de su existencia, el alma de Caelia Fulgentis estaría obligada a servir para un bien mayor, en lugar de regocijarse en la destrucción sin sentido, y que a partir de ese momento tenía su bendición para olvidar los grotescos murmullos que asolaban su mente.

Ella se puso en pie y apartó la espada de su enemigo. Le miró a los ojos y vio como el desprecio se disipaba, para dar lugar a la incredulidad. Aprovechó la confusión que se había generado por la intervención del espíritu y se perdió entre la espesura, sin parar de pensar en el milagro que se había acontecido. Guiada por los recuerdos fragmentados de su niñez, Caelia viajó durante semanas hasta llegar a las puertas de su antiguo hogar. Pero había regresado demasiado tarde, y el negocio fue consumido por los competidores que surgieron a raíz de la muerte del cabeza de familia. Sus hermanos habían vendido el taller, y uno de ellos murió de manera miserable tras gastarse su parte en los juegos de azar. Sin un lugar al que regresar, caminó sin rumbo por las calles de Beslitz mientras el resto de habitantes hacía su vida sin temor alguno. Recordó las maldades que cometió bajo el manto de Kah-Suran, pero el espíritu divino había trastocado su memoria y cada vez eran más neblinosas. Temía perder por completo su identidad.

Cuando quiso darse cuenta, se encontró en la cubierta de un barco mercante. Desorientada, preguntó a uno de los marinos por el destino del navío. Jamás había estado en el Reino de Shadaleen, pero parecía un buen lugar para formar una nueva vida e intentar encontrar una redención a todo el mal que hizo Kah-Suran. Mientras la embarcación se perdía en el horizonte de Beslitz, el espectro de Holthur se despedía de su única aprendiz, que por fin había demostrado ser digna.


Imagen: Witch por Whendell

Por Maurick Starkvind

Aprendiz de escritor desde siempre, rolero empedernido desde los trece y nintendero desde los cinco. Empecé en esto de la creatividad porque no había dinero para los salones recreativos.

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