Los resultados del Proyecto del doctor Geistenheim no tardaron en llegar; la operación era un éxito rotundo. Con el fin de minimizar riesgos, el científico desarrolló un “contra-suero” que eliminaba las habilidades especiales otorgadas por el Truñotónico. Aunque el efecto era temporal, exigió que tras varias dosis el efecto fuese permanente. Sin saber que esto podría volverse en su contra, se enorgulleció cuando el Anulador X cobró forma. Mientras repasaba uno a uno sus éxitos, Teodoro estaba espatarrado en su despacho; entre sus piernas se encontraba su esclava personal, carente de voluntad. Le daba igual: la familia de la joven pensaba que estaba en un país del extranjero auspiciada por una beca similar al Erasmus. En cuanto se aburriese de ella, la devolvería a sus padres; quizás encontraría utilidad en algún prostíbulo de mala muerte.
La idílica situación no se mantuvo durante demasiado tiempo. El Chungo tenía un talento especial para hacer que la droga fluyese por Alcantarilla, pero los problemas surgían a partir de los propios poderes que recibían los consumidores. Primero, una banda de descerebrados desarrolló una preocupante adicción al Truñotónico y sus acciones eran tan llamativas que era imposible cubrirlas de la prensa; un pedazo de Piedra Celestial cayó en un pueblo cercano, pero desapareció del radar a los pocos minutos de haber sido detectado. Durante varios meses, Teodoro siguió la pista de esta Piedra hasta que dio con ella en la Iglesia del Cabezo de Torres. Sin embargo, un desquiciado conocido como Diego el Profeta se la llevó después de haber irradiado con su luz a un grupo de estudiantes de secundaria. Ese día, tras haber recibido tantas malas noticias de golpe, aplastó a su esclava mientras la violaba por la millonésima vez con ella en la mesa de su despacho. El cuerpo quedó contorsionado en una postura dolorosa, pero Teodoro no prestó atención al cadáver que tenía frente a él. Le preocupaba que otros desarrollasen poderes permanentes como su antiguo equipo y torciesen sus planes. Lo que ocurrió en Teapot Dome fue con una fórmula derivada, pero en esa ocasión una Piedra auténtica había concedido esos dones especiales. El Truñotónico tenía el mismo efecto, al fin y al cabo, pero la situación que ocurrió en el Cabezo le quitó el sueño durante días.
Con el paso de las semanas, Alcantarilla sucumbía a la droga azul y las incursiones de la banda de los Tolarios destaparon el plan que Teodoro y Geistenhein elaboraron en secreto. Presa del pánico, el corpulento murciano colocó varios explosivos en los pilares de los laboratorios e intentó reclutar, mediante chantajes y engaños, a todos los chavales irradiados por la Piedra Celestial para ponerlos de su parte. Pero su plan de contingencia falló: encerró a todos los que se opusieron a él en las instalaciones subterráneas e intentó dinamitar el lugar. Traicionado, el doctor Geistenheim desactivó el mecanismo de explosión y filtró todos los secretos que Aproventel, la empresa química bajo la que Teodoro operaba, al resto del mundo. En unas horas toda la información sobre la síntesis y la creación del Turbotónico se expandió por la deep web; Teodoro no pudo hacer nada para evitarlo. Después de agotar sus recursos como superhombre, tuvo que utilizar sus lazos políticos y militares. Convencido de que podía acabar con Geistenheim gracias a una condena criminal por la distribución de la droga, se dirigió a la Nave de Aproventel junto a varias patrullas de la policía y un escuadrón de soldados. Llegó a tiempo para ver como el Chungo, el que había sido su único amigo de verdad, reventaba en un grotesco estallido de sangre y vísceras, catapultado por la puerta de la nave industrial dónde había encerrado a sus antiguos subordinados. La repentina explosión activó una reacción en cadena con las cargas explosivas que había preparado y toda la instalación científica voló por los aires.
Aún en shock por la repentina muerte de Pedro Bocartes, Teodoro fue acusado por los alumnos Aumentados por la Piedra Celestial. Estaban bien preparados, pues presentaron varias pruebas que vinculaban las actividades criminales de Aproventel con los planes de Teodoro. Él se aprovechó de su posición ventajosa y utilizó tretas para desprestigiar la información que los jóvenes habían obtenido, pero uno de los soldados perdió la paciencia y descargó su arma sobre Teodoro. Esto fue la gota que colmó el vaso y se vio obligado a utilizar uno de los compuestos secretos de Geistenheim: el Gigatónico.
Gracias a la experimentación con sujetos Aumentados, el enloquecido científico logró aislar los componentes genéticos que proporcionaban las habilidades sobrehumanas y embotellarlos en dosis puras de Suero Crítico. Henchido de orgullo y repleto de poder, se enfrentó a los chavales a la desesperada, con el único objetivo de acabar con ellos y huir del país. No obstante, estos jóvenes no tenían nada que perder y habían examinado con detalle los documentos que Geistenheim y su séquito habían dejado en los laboratorios, e inyectaron tres dosis de Anulador X en el cuerpo de Teodoro. La reacción química que sufrió tras combinar dos elementos en su organismo le hizo mutar a una criatura deforme y pastosa, pero el golpe final que acabaría con el magnánimo Teodoro Luchamán fue la aparición de su antigua compañera, Joan Lamberd, revivida de nuevo y conocedora de uno de los secretos militares mejor guardados: si por cualquier motivo un ser vivo recibía inyecciones de dos tónicos diferentes, sufriría un choque anafiláctico junto a otras reacciones más peligrosas.
Sin poder reaccionar, los chavales clavaron dos jeringuillas de Truñotónico en la pierna y en el ojo izquierdo de Teodoro, que comenzó a sufrir espasmos mientras su cuerpo adquiría una musculatura digna de un coloso mitológico. El efecto no era el deseado y parecía que se había vuelto un monstruoso esperpento de músculo y poder, pero en cuanto dio un paso, el cóctel de sustancias que fluía por su interior estalló; los poderes de Teodoro se evaporaron en el aire y su cuerpo se transformó en una caricatura esquelética. Privado de sus capacidades como Aumentado y con su imperio corrupto destruido por unos chavales de secundaria, se desplomó como el miserable que siempre fue en el suelo.
Despertó en una celda, incapaz de mantenerse en pie por sí mismo y con un 65% de masa muscular menos. Sus brazos se habían convertido en palillos y sus dedos se asemejaban a los de un cadáver. Al otro lado de los barrotes se encontraba Joan Lamberd, que le ofreció una mirada de condescendencia: todos los crímenes que había cometido como dirigente del ICT se iban a sumar a sus fechorías como responsable de la epidemia de Turbotónico en las calles de Alcantarilla; su fachada como héroe de la ciudad se había desplomado como un saco lleno de piedras. Joan le dejó en silencio, para que reflexionase como iba a afrontar las tribulaciones a las que se iba a enfrentar los siguientes días. Le fue imposible descansar por culpa de los interrogatorios y las acusaciones, pero en lo más profundo de su mente sabía que su carrera aún no había acabado.
Con Geistenheim y la mayoría del equipo científico que le acompañaron desde Estados Unidos muertos, los cargos contra Teodoro se limitaban a especulaciones y textos encontrados por unos niños de instituto. Sin embargo, Joan se había esforzado en reunir todas las pruebas necesarias para encarcelar de por vida a su antiguo compañero. El día del juicio, el día que iba a suponer un réquiem para su libertad, Teodoro no estaba nervioso. Entró en el tribunal empujado por el enfermero que le había cuidado todo el tiempo que pasó entre rejas y no dedicó ni una sola mirada al público o a los alborotadores que se habían reunido frente a los juzgados. Ni siquiera a su antiguo compañero Ranjan Shankar Rohit, que había dejado a su suerte tras haber sido infectado por emanaciones radioactivas, que se encontraba allí por mediación de la señorita Lamberd.
Uno de los Aumentados se encontraba preparado para dar su declaración en contra de Teodoro, pero antes de empezarla, una explosión incapacitó al fiscal. En menos de un segundo, Hiryu Natsuko irrumpió en la sala y procedió a incapacitar, gracias a su poder de controlar las sombras, a todo Aumentado que podía presentar un problema para la extracción de su compañero. Incrédulo por volver a ver a la piloto de la Amethyst, Teodoro se dejó llevar. Hiryu se desintegró al ingresar en la atmósfera, pero de algún modo había regresado para salvar a su compañero. Los esfuerzos combinados de Natsuko y sus dos esbirros Aumentados lograron salvar a Teodoro de la justicia española. Sin embargo, no podía estar más equivocado al sentirse “a salvo”. Hiryu Natsuko no buscaba salvar a su colega; iba a pasar el resto de su repugnante existencia como sujeto de pruebas para extraer y desarrollar nuevas versiones del tónico que tanto quiso extender por el mundo.
En esos últimos momentos, lo único que deseaba era ser otra persona. Odiaba ser Teodoro Luchamán, pero ya no podía decidir.
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