Estoy pasando a limpio cada anotación, cada lista de armas, cada escueto párrafo de todos los proyectos juveniles relacionados con Ethernal Shadows. Cuando leo algo, en esas páginas olvidadas, que evoca lo que arbitré o ideé para Ylat, le añado una pequeña marca. Para no olvidarlo de nuevo.
Me resulta curioso como los conceptos creativos que tenía con quince años se mantienen en la época actual. Sólo le he añadido esa seriedad -o amargura- de la vejez.
Que quede constancia de que lo que es ahora Angépolis, en la zona central de Guroalt, lo fue también Shadaleen. «Reino olvidado de Shadaleen«. Malasthar tuvo su encarnación de imperio perdido y sombrío, pero también fue una frondosa jungla habitada por monstruos. El pasado de estos reinos, escrito tímidamente en cuadernos de hojas de cuadros, forma parte de un importante proceso de creación: el recuerdo, la sonrisa y el descarte. Lo que se creaba en el pasado a toda prisa por completar esos huecos y no se definía porque, de veras, era tan sólo la imagen de fondo, ahora puede servir para dibujar con más detalle regiones que se quedaron fuera de la trama en Era Rasa y Casus Belli.
Nunca acabé nada, pero ya va siendo hora de acabar algo. Aunque sea una extraña pastiche de conceptos, reinos, ducados y esqueletos.
Imagen: Valley of the Sword por Yo Shimizu.