Nathan se percató de Judith una agradable tarde de septiembre en a una de las reuniones que organizaba la Justicia Metálica. Estaban destinadas a que los garou presentasen sus parentelas al resto de manadas bajo la farsa de un picnic. En un principio no le hacía mucha gracia asistir. Este tipo de eventos los consideraba, despectivamente, «exposición del nuevo ganado». Pero la insistencia de Veronica Rogers para que conociera gente nueva hizo que asistiera esta vez. Eso sí, a desgana.
Caminaba sin rumbo fijo entre los asistentes. Participaba esporádicamente en las conversaciones. Sin embargo las manecillas de su reloj era lo que más le interesaba. Pero mirar tantas veces la hora no hacía que el tiempo pasase más rápido. La gente era capaz de hablar de las cosas más mundanas con tal de agradar a algún miembro importante de la Justicia Metálica. Lo que más gracia le hacía a Nathan es que seguro que más de la mitad de los parentelas no podían imaginarse con qué tipo de criaturas se estaba relacionando en realidad. O el verdadero motivo por el cual aquél primo lejano de repente se interesaba por su presencia.
Volvió por cuarta vez a la mesa donde se encontraban las bebidas para coger otra cerveza. Mientras la sacaba de la nevera se dijo que esa sería la última dando por fin terminada la función. Tras beberla podría ser libre y volver a casa. Inmerso en sus pensamientos al girar sobre sus talones tropezó con alguien.
– Lo siento, perdóneme, no le había visto… Iba distraída…
Dijo la muchacha ruborizada por su torpeza. Se retiró un mechón de pelo de su cara y lo colocó tras la oreja. Con una tímida mueca a modo de sonrisa, bajó la mirada al suelo, pasó por su lado esquivándole grácilmente y desapareció entre la gente. Nathan se quedó boquiabierto sin saber qué decir… La escarcha de la cerveza le resbalaba por la mano cuando se dio cuenta de que habían pasado unos cinco minutos. Se había quedado mirando hacia la dirección en la que desapareció la muchacha.
No hizo más que dar vueltas como un tonto en busca de una chica con un vestido azul veraniego con flores blancas. Pero fue incapaz de encontrarla. Según pasaba el tiempo se iba impacientando, ya que la paciencia era una cualidad de la que Nathan carecía. No se podía explicar cómo había ido tras presas cuyo olor era prácticamente imperceptible y ahora era incapaz de encontrar a una mocosa.
Desesperado decidió ir hacia Verónica para preguntarle si ella conocía a alguien con esa descripción. Mientras se dirigía hacia ella no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Allí estaba, esa muchacha de pelo oscuro y ojos claros estaba con Verónica, delante de sus propias narices. Increíble. Mientas se acercaba pudo ver cómo se la estaban presentando a un garou del tres al cuarto que no habría apreciado su compañía como lo haría él. Rápidamente se metió en la conversación y dejó eclipsada a la muchacha, aunque no tanto a su parentela garou, Michael Davis. La tenía reservada para afianzar lazos con los Colmillos Plateados y poder hacerse un hueco en la aristocracia garou, aunque fuera en los círculos más externos.
– Me llamo Judith. Encantada.
Dijo la muchacha sonriéndole esta vez mientras él le besaba el dorso de la mano de forma galante. Esa misma tarde su cabeza comenzó a urdir un plan para quedarse con la muchacha. Eso sí, sin que Michael metiera sus narices y él no saliese perjudicado.
Se convirtió en su mejor amigo y se encargó de hacer saber entre el resto de las manadas que, curiosamente, le había salvado la vida a Michael en más de una ocasión. Todo esto hizo que la Justicia Metálica los considerase como hermanos y que no fuera de extrañar, un año después de aquel picnic, la petición de Nathan. Su obra maestra culminó cuando, accidentalmente, Michael viajaba en avión con su parentela y tuvo un accidente donde todos quedaron hechos un amasijo con la estructura del avión. Todos, menos Judith. Al ser la única superviviente y considerarse a Michael y a Nathan como de la familia, no sería extraña la petición de este último en pedir a la Justicia Metálica que ella pasase a formar parte de su parentela. La cuidaría como si fuese su propia parentela en memoria a su hermano garou. Pero el plan de Nathan no fue tan perfecto como él había planeado. Judith, aunque superviviente, salió malherida. Un tubo de metal atravesó a la muchacha por la zona del vientre. Su vida pendía de un hilo, había perdido mucha sangre y estaba a punto de morir.
No tuvo más remedio que pedir ayuda a Johnny Towers, un philodox taimado líder del clan del Peñasco Blanco, para la incluyera en su Proyecto Ícaro. Este proyecto estaba destinado a la rehabilitación y puesta al servicio de la Justicia Metálica de preadolescentes con capacidades especiales. Nathan convenció a Johnny del poder que tenía la muchacha para hacer que cualquier hombre hiciese cualquier locura sólo por estar con ella. La Justicia Metálica la aprovecharía en su propio beneficio y él podría estar con ella. Pero esto último solo fueron suposiciones de Johnny por la manera en que Nathan trataba a la muchacha.
Reeducada como Ícaro, Nathan consiguió su objetivo pudiendo por fin estar a solas con su pequeño y nuevo juguete…
Imagen: «Free stock photo of celebration«, por fu zhichao en Pexels,