«Nunca vueles alto, porque te quemarás. Nunca vueles bajo, porque te matarán».
Las palabras del Maestro-durante-tres-días se marcaron a fuego en la cabeza de Donald Jenkins mientras las nubes de polución de Nueva York flotaban suspendidas bajo el córax. El mundo era un lugar extraño para Donald, un marginado social más de los suburbios. Su corta y aburrida vida había estado llena de pequeñas alegrías y grandes desgracias, colocándole en el escalón más bajo de la población americana. Sobreviviendo en trabajos denigrantes y a base de perritos calientes y hamburguesas grasientas, la visita de su Maestro-durante-tres-días cambió la percepción que tenía sobre la sociedad. Donald nunca quiso ser un hombre cuervo, a pesar de que estaba destinado a serlo desde el momento de su nacimiento.