Cuentan que Blosgeis estuvo una vez tan lleno de vida como nuestro mundo, Ylat. Cuentan que la llama de la maldad y la guerra es un fuego que prendió al otro lado del universo, dónde las estrellas y las lunas se cuentan por millares…
Una historia sobre Blosgeis
Tras los primeros llantos del universo recién nacido, las esferas de energía que flotaban en el éter rebosando materia primordial chocaron entre sí. Infinidades de mundos surgieron de tal exuberante explosión, aunque no todos ellos gozaron de lo que iba a llamarse «vida». Tal privilegio no se recibía con facilidad; centenares de intentos de vida surgían y morían en millonésimas de segundo.
Uno de aquellos mundos que tuvo la suerte de cumplir los extensos y complicados requisitos, gozó de la bendición de la existencia durante millones y millones de años. Pudo experimentar la evolución de las especies, el descubrimiento de los sentimientos y el desarrollo de la tecnología hasta que sus habitantes fueron capaces de conquistar las estrellas. Sin embargo, tales avances no ocurrieron sin un coste; su vida se estaba agotando sin remedio.
Sus habitantes mantenían la esperanza de encontrar otra maravilla igual, otro mundo que les acogiese. Pero cuando fueron más allá, descubrieron una verdad que les incomodó. Según sus expediciones, según sus cálculos y sus mediciones, se encontraban solos. Los mundos que habían encontrado estaban yermos y carentes de vida, sin posibilidad de permitir la existencia de nuevas formas de vida. Aquel mundo, tan evolucionado y capaz, en el que vivía una infinidad de sabios y científicos, iba a acabar sin poder encontrar la salvación.
De la desesperación, surgieron los conflictos y los enfrentamientos. La armonía que habían mostrado durante tantos años se había perdido en unas pocas décadas. Unos pocos desarrollaron una complicada tecnología que permitiría intentar recrear la maravilla que les dio forma. Sin conocer los resultados, enviaron más allá de las estrellas conocidas una pequeña nave con un selecto grupo de ingenieros y sabios, preparados para proteger y cuidar la «vida» que llevarían a un mundo estéril.
El resultado fue maravilloso y aquella máquina despertó los primeros bosques en el mundo bautizado como Blosgeis. En apenas un siglo, la vida podría continuar en otro planeta. Pero el éxito de la misión no contentó a los que dominaban el decadente mundo original. Tras varios años en guerra, los únicos que quedaban habían enloquecido hasta el punto de sólo desear el fin de toda vida. Si el universo no había dado más seres inteligentes que ellos, que el universo se quedase tan vacío como al principio.
Y la guerra y la miseria cayó sobre Blosgeis. Lo que durante unas décadas fue el paradigma de la vida y el triunfo de la ciencia de aquel lejano mundo, en unos días se transformó en un yermo ocre y devastado. Los beligerantes acabaron con los nuevos seres, con el sueño de existencia. Pero no se quedaron solos. Unos pocos supervivientes lograron replicar la sonda que inició Blosgeis y enviarla al mundo cercano. Quedaban tan pocos que ya no podrían perpetuar su especie, pero quizás, gracias a sus amplios conocimientos y su existencia ilimitada, podrían proteger a las especies que surgieran de su experimento. Y los beligerantes persiguieron a los precursores, cegados por el odio y la ira, con el único objetivo de acabar con toda vida.
A la hora de diseñar un mundo de fantasía, es importante especificar los motivos y las motivaciones de los seres omnipotentes. ¿Y qué mejor objetivo que destruir toda la vida en el universo? ¿Es maldad o es seguir el curso natural de las cosas?
Imagen: Different world-different time por Caucasian-eagle.