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Los Moradores del Cristal de Utah tenían entre manos un proyecto ambicioso, producto de varios experimentos con perros callejeros: John Sunderland y Charles Donnington dieron con un sistema por el cúal se inducía a un animal el comportamiento y el mapa cerebral de un humano, otorgándole la conciencia de una persona, pero conservando sus habilidades como criatura.

John era un tipo americano tocando ya la treintena, de complexión fibrosa y pelo castaño. Sus ojos marrones brillaban con ingenio y despedía un aura de bondad poco común en un miembro del Departamento de Investigación y Desarrollo. Había nacido bajo una Media Luna, adjudicándole la función de juez y jurado del Philodox.

En contraparte, Charles era un afro americano de padres Parentela, excepcionalmente inteligente y habilidoso en sus facultades de Theurge. Aunque pecaba de ser poco ortodoxo en sus operaciones, la presencia y consejos de John lograban compensar su falta de tacto.

La mayoría de los experimentos deseaban la muerte a seguir con ese tipo de vida y no querían alimentarse de ninguna manera, así que terminaban falleciendo, siendo completamente inútiles; pero un Garou lupus no era un simple animal, tenía una conciencia algo más avanzada y la capacidad de cambiar de forma. El principal motivo por el que los sujetos deseaban su muerte era la sensación de poder razonar cualquier decisión que pudieran tomar, dejando de lado sus instintos naturales, y el estar encerrados en un cuerpo humano.

Según la teoría de John, sería más factible utilizar a los Garou lupus al contener información cerebral humana. La comunidad lupus estaría completamente en contra de tal experimento, así que John y Charles obtuvieron permiso del alto mando del clan al que pertenecían, la Justicia Metálica, para asaltar una pequeña reserva de Garous de la tribu de los Garras Rojas. Esa agrupación estaba atacando los pueblos humanos cercanos, así que fue fácil encubrir el secuestro. Necesitarían como mínimo dos ejemplares, el resto debían ser exterminados. Charles estuvo estudiando a los lupus durante unos días para seleccionar los más aptos. Decidió quedarse, aparte de esos dos ejemplares, a la única hembra de la manada, para otros asuntos…


Llama Oscura estaba nervioso; cada vez que regresaba con su manada de una «limpieza» de humanos, notaba como si le siguiesen. Se lo comunicó a su hermana Ira Ardiente, mayor que él, a lo que ésta le respondió, firme, que no olía escoria homínida en el lugar y que se tranquilizase. Pero Llama sabía que algo terrible iba a ocurrir esa noche. Decidió quedarse en la entrada de la cueva donde descansaban, montando guardia, a pesar de lo que le dijo su hermana.


Charles dio la señal al equipo exterminador, porque los lupus se habían retirado a descansar y sólo uno de ellos estaba montando guardia alrededor de la entrada. La acción fue inminente; dispararon granadas con gas somnífero dentro de la cueva. Esto pilló a los lobos por sorpresa, que poco pudieron hacer ante las poderosas armas humanas. John contó nueve Garous y siete lobos. Ciñéndose a las descripciones que le dio Charles, capturó a los tres especímenes mientras iba golpeando violentamente con un martillo de plata los cráneos de los demás. Acto seguido, el equipo de Charles dinamitó la caverna, causando un terrible daño en el ecosistema de la zona. «Daños colaterales» fue la respuesta de John al presentar el informe de daños al alto mando de la Justicia Metálica.

Charles explicó a John los motivos para los que quería aquella hembra: Jan Nevershire y Custod Aeson, dos brillantes científicos del clan, estaban llevando a cabo un proyecto más ambicioso aún que el suyo, crear Metis sin deformación alguna, así que iba a presentar esa hembra como sujeto de experimentación, ya que era una Garra Roja pura raza y el resultado sería exquisito. Estas declaraciones no gustaron mucho al joven Morador del Cristal, así que dejó a Charles con su loba y partió a investigar a los sujetos.

La habitación donde tenían encerrados a aquellos dos Lupus estaba tenuemente iluminada por dos luces rojas. Llama Oscura abrió los ojos lentamente. Estaba mareado, desconcertado y un dolor intenso invadía su cabeza. Estaba encerrado en una jaula de plata y no recordaba qué es lo que había pasado. A su lado, enjaulado también, estaba su camarada, Ojos de Sangre Perdidos en la Tormenta, desmayado y con varias cuerdas alrededor de él… ¿o serían «cables«, como los llamaban los humanos?

John se percató de que el lupus más joven había comenzado a despertarse, así que paró un momento el escaneo cerebral del otro sujeto y se acercó a la jaula. Con tono tranquilizador, el Morador del Cristal se dirigió a su prisionero. Hablando en Garou, le preguntó qué tal se encontraba. Llama Oscura entró en cólera. Su orgullo no toleraba que un mísero homínido le hubiese encerrado y, peor aún, le hiciese semejante pregunta. John contestó a la furia del animal con una certera inyección de sedante.

Una persona irrumpió en la sala. El paso ajetreado de aquellos tacones y esa dulce e inocente voz pertenecían sin duda a Layla, la ayudante de John. Era una parentela algo despistada, amiga de la infancia del joven, y se encargaba de los asuntos sociales del proyecto. Traía las nuevas identidades de los sujetos, para comenzar la asignación de personalidad cuanto antes. Estaba claro que la jovencita se sentía atraída por John, pero este se preocupaba más de su trabajo. Aparte, no deseaba poner en peligro a la chica, pues tenía bien sabido el destino de los científicos que no cumplían las expectativas de la Justicia Metálica.

John se puso a leer detenidamente las dos carpetas, mientras el escáner zumbaba y comenzaba a examinar la mente de Llama Oscura. Layla estaba enfrente de él, esperando una respuesta. John se fijó en el segundo nombre.

Edward Kraüser… ¿Rufus Sentinel? Qué irónico… ponerle un nombre de perro a un lupus humanizado. Buen trabajo, Layla.

La chica sonrió ampliamente y abrazó a John, recordándole que esa noche tenían una cena. A él no le hacía ninguna gracia, pero no deseaba que Layla se sintiese mal, así que aceptó. De todas maneras, ella era la única que apoyaba sus investigaciones sin pensar en los beneficios que podrían dar, sino que realmente a él le gustase realizarlas.

El escaneo cerebral del último sujeto terminó. Todo estaba preparado para la asignación de identidades y a John le temblaban las manos de emoción. Con mucho cuidado, colocó a los dos lobos en sus respectivas camillas, procedió a conectar todos los cables y tubos necesarios para su conversión y programó la máquina para que comenzase el lavado de mente y la creación del mapa cerebral humano a partir de los datos que poseía. El proceso duraría exactamente 24 horas, así que se encargó de cerrar herméticamente la sala para que no ocurriese ningún percance, y se marchó a prepararse para la cita.


Parecía que Madre Gaia había perdido la cordura. El cielo estaba púrpura y la tierra, antaño marrón, lucía con un color mezcla de amarillo y azul, fundiéndose mutuamente, sin llegar a dar un verde. Llama Oscura se erguió. No conseguía recordar dónde estaba ni lo que había ocurrido. Podía ver escenas de su vida cabalgando frente a sus ojos, evaporándose en la lejanía. Un lobo mayor estaba esperándole en medio de aquel mundo extraño. Comenzó a hablarle de muchas cosas que no lograba entender. A medida que la conversación continuaba, Llama Oscura empezaba a entender lo que contaba aquel anciano y, a medida que el entendimiento invadía sus pensamientos, ellos dos cambiaban de forma. De lupus a hispo, de hispo a crinos y así sucesivamente hasta asumir la forma humana, aquella forma que tanto odiaba.

El rencor y el resentimiento que el Garra Roja sentía hacia los humanos se iba desvaneciendo. Ya no recordaba su nombre como Llama Oscura, él sabía que desde que nació en la ciudad de Nueva York su nombre era Rufus Sentinel, hijo de Gerard Sentinel, un poderoso magnate de los negocios, muerto en una «trifulca policial». Las malas lenguas decían que su padre tenía relaciones turbias con una mafia local y que esto le costó la vida. Por eso un anónimo le recomendó cambiarse de ciudad y que fuese a Utah. Allí es donde Rufus conoció su herencia Garou, acabando con la vida de un atracador que asesinó a una mujer delante de él. Desde entonces, pertenecía al clan de la Justicia Metálica y lucharía por los Moradores de Cristal.


Layla comenzó a abrir su corazón a John. Ella quería estar con él, sin importarle lo que ocurriese. La situación se fue calentando hasta un punto en el que la pareja abandonó el restaurante fundiéndose en abrazos. Él había sucumbido ante sus instintos más primarios y ya no podía volver atrás. A partir de ese momento, Layla pertenecía a su cuerpo, como una parte más.

Por la mañana, John fue a ver el resultado de su experimento. Encontró a los dos lupus en su forma humana, descansando tranquilamente; el Philodox sonrió y comenzó a desenchufar los electrodos. Ojos de Sangre Perdidos en la Tormenta aprovechó que el Morador del Cristal estaba ocupado liberando a Llama Oscura para asestarle un fuerte garrazo y salir huyendo de la sala. John activó la alarma, mientras Rufus Sentinel despertaba de su letargo. Charles y Jan acudieron en socorro de compañero, suprimiendo el intento de fuga del lupus encolerizado. Rufus observaba la situación, sin mover ni un músculo. El consejo decidió terminar con la vida del Garra Roja rebelde, ya que no había superado el proceso de asignación de identidad; en cambio, Llama Oscura se había convertido en un Morador del Cristal excepcional, con una conexión espiritual fantástica y unas habilidades físicas insuperables. Aparte de eso, su masa cerebral había demostrado asimilar conocimientos con rapidez.

Tras curarse de sus heridas, John entabló amistad con Rufus, el cual estaba aislado de los hechos que formaron su personalidad. El proyecto de John y Charles se volvió bastante famoso y comenzó a extenderse por todo el clan. Todo esto provocó que se realizase una caza para obtener todos los lupus posibles y someterlos a la conversión. Muy a pesar de John, la mayoría de resultados no eran satisfactorios; la población lupina empezaba a preocuparse por las recientes desapariciones de sus Cliath.

Se olía una guerra civil, así que John decidió irse de la ciudad con Layla, que ya estaba embarazada de seis meses, y olvidar su herencia Garou. Compró un piso muy bonito en Toronto, donde se trasladaron inmediatamente. Charles, que conocía las intenciones de John y su amor por Layla, colocó un localizador en las maletas de la pareja. Cuando se instalaron por fin, Jan le dijo a Charles que en unos días iban a ir a ejecutar a los dos traidores, no sin antes obligar a John a mejorar la investigación, para poder utilizar el potencial de un Garou japonés que olía a Wyrm. El nombre de este hombre era Ishida Yoichibei.

Layla disfrutaba con su nueva casa y con su situación. Hacía una semana que llevaban viviendo allí y John ya había encontrado trabajo. Escuchó cómo llamaban a la puerta; eran dos hombres que mantuvieron una violenta conversación con John. Uno de ellos se dirigió a la habitación donde estaba ella: era Charles. Fue a saludarle, pero recibió un disparo… y luego otro. La joven yacía muerta encima de la cama donde tantas promesas y sueños habían sido construidos. Los dos Moradores del Cristal se llevaron a John, que estaba en shock, de vuelta al túmulo en Utah.

Las intenciones de Jan pasaban a un segundo plano. John sólo quería venganza.

Cuando estuvo de nuevo en el túmulo, buscó a Rufus y le contó todo lo que había pasado, con su familia y con su conversión. El antiguo lupus entró en frenesí y comenzó a destruir las instalaciones. John escapó, abriendo todas las jaulas de contención que encontraba por el camino. Esto liberó a Ishida Yoichibei, que se ocultó en las sombras con su misteriosa habilidad.

Durante toda la noche, el clan de la Justicia Metálica estuvo buscando a John Sunderland por la ciudad, siendo encontrado por Rufus Sentinel, que ya había pasado su frenesí, pero no hizo nada, ya que Ishida anuló su voluntad momentáneamente, consiguiendo salvar a John y permitiendo que huyesen. Aunque no le conocía de nada, prometió ayudar a John a acabar con Jan. Los dos Garou pusieron rumbo a Japón, la tierra de Ishida, donde intentarían conseguir aliados para cumplir su venganza.


Imagen: Abostrak Alone Boy en wallpapersafari.com

Por Maurick Starkvind

Aprendiz de escritor desde siempre, rolero empedernido desde los trece y nintendero desde los cinco. Empecé en esto de la creatividad porque no había dinero para los salones recreativos.

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