Los soldados no opinan
En la mentalidad de un miembro de la Camada de Fenris, la supervivencia del más apto es ley de vida. Mientras caminaba por las calurosas calles de Los Ángeles, el solitario Ragabash Jack Tanner se dirigía calle abajo tras haber sido abandonado por Hildelgarde von Humboldt, la hermana de su colega Varick.
Él había enseñado a la joven Garou la situación actual de su hermano, pero ella no mostraba ningún interés en buscar por la Umbra a la responsable; aunque Jack sabía que tarde o temprano aquel terrible espíritu aparecería para cobrarse la vida de Hilde. El humo de los deportivos se atascaba en su garganta. Carraspeando, sacó un pañuelo sucio de su gabardina y escupió el gargajo negro. Era consciente de que su orgullo había sido perdido hace mucho tiempo, pero debía hacer entrar en razón a la joven cachorra para protegerla.
Años atrás, Jack Tanner no se hacía llamar así; era Diente Pútrido, un inexperto lupus de la Camada de Fenris que había descubierto su herencia Garou en una pelea territorial con otro lobo de su manada. Recogido por una manada poco ortodoxa llamada las Bestias de Odín, Diente Pútrido recibió mil y una humillaciones antes de tener permiso para ser Cliath, Rango Uno.
En la ceremonia de ascenso, que se celebraba en un bosque olvidado de Baviera, tuvo lugar la última broma pesada del líder de las Bestias de Odín, Rommath Bugenhansen.
De padre noruego y madre alemana, Rommath pasó su vida embutido en un gimnasio y envenenado por las creencias machistas y despóticas de su padre; de metro noventa y cinco y unos cien kilos de músculo bien repartidos, cumplía su papel de Guerrero de Gaia. Cuando entraba en combate, adoraba sentir como su melena rubia caía sobre sus hombros cuando aplastaba a sus enemigos. Despreciaba a los débiles y a los cobardes, adjetivos que colocaba como mantos sobre cualquier Ragabash que iba encontrando.
A pesar de haber recibido terribles reprimendas por meterse con los Garous equivocados, Rommath seguía humillando a quienes no tenían el Rango para defenderse de sus ataques.
El gigante nórdico se presentó ante el Alto Consejo de su clan, difamando sobre las habilidades del nuevo Ragabash con su voz rocosa:
– ¡Aquí tenemos al miembro más estúpido de nuestro orgulloso clan! – espetó el Ahroun, mientras Diente Pútrido le miraba meditabundo. – ¡Ha cumplido con su Rito de Iniciación, sí! ¿Pero a qué costa? Se le encomendó recuperar unos simples documentos robados por un miembro de la Parentela de las Furias Negras… ¡y lo consiguió! – Rommath frunció el cejo y arqueó su boca, formando una sonrisa macabra – ¡A costa de dejar un rastro tan evidente que hasta una perra de nueve años sería consciente de la operación! – el Ahroun remarcó las últimas sílabas de la palabra, haciendo que resonase por toda a zona.
Los asistentes al Consejo estallaron en gritos de odio hacia el joven cachorro, mientras él aguantaba la tormenta de insultos y escupitajos. Cuando el líder del clan, Zimmerheim Krieg, exigió respuestas a Diente Pútrido, él camino erguido hasta cerca de la posición de Rommath, asumió forma humana y se dirigió Alto Consejo.
– Si… si bien es cierto que mis acciones imprudentes facilitaron el hecho de descubrir que, nosotros, la Camada de Fenris, somos responsables de la recuperación de aquellos documentos… – Diente tomó una pausa. Rommath miraba con sonrisa socarrona al lupus. – Creo que es importante para el Alto Consejo y todo el clan en general, saber que quien ha estado proporcionando información táctica a las Furias Negras del sur es… – la pausa que hizo entre el final de su frase y el nombre del traidor se alargó durante dos segundos, que para Diente Pútrido fueron siglos – ¡Rommath Bugenhansen, avaricioso y miserable! ¡Tus actos avergüenzan a la Camada de Fenris!
Los ojos del lupus brillaban con un aura mezclada entre miedo e ira. Rommath no dudó, asumió su forma de guerra y atacó inmediatamente al lupus, rasgando sus tripas con un certero garrazo. Diente Pútrido se dobló sobre sus rodillas, en estado de shock. Su líder de manada iba a darle el golpe mortal, pero fue detenido por dos de los Ancianos del clan. El pelaje anaranjado de Rommath brillaba a la luz de la media luna.
– Si atacas sin respeto a uno de los nuestros, Rommath, es porque sus palabras tienen un ápice de verdad. Has traicionado a la Camada de Fenris. – el poderoso Anciano sostenía casi él solo la hercúlea forma Crinos del embustero. Rommath temblaba de pánico. – Y lo has hecho con nuestras eternas enemigas, las Furias Negras. – tomó aliento y miró al último Anciano que permanecía sentado, junto al líder Zimmerheim. – ¿Cuál es la decisión que toma nuestro Philodox? ¿Ha de someterse a Rommath el Traidor a un juicio o los colmillos vengadores de Fenris deben clavarse sobre él para que su carne indigna sea consumida por la tierra?
El Anciano Philodox observó la situación. Con un gesto, ordenó a uno de los Theurge que atendiesen a Diente Pútrido, pues estaba empezando a desmayarse. El Philodox había vivido mucho. De origen austriaco, pasó por manadas de Fenris enloquecidos con acabar con el Wyrm y por otras más tranquilas. Había visto las dos caras de la moneda y sabía que el Corruptor estaba presente tanto en el fanatismo como en las buenas palabras. Llevarse por la ira de la reciente traición sería un error; se levantó de su silla y se acercó a Rommath, apoyando su rodilla izquierda en el suelo y obligando al Ahroun a asumir su forma humana. Uno de los Ancianos se retiró de nuevo a la mesa, sin quitar los ojos de Rommath.
– Tú que arriesgas la vida que Gaia te ha dado por incrementar tu poder personal, ¿qué es lo que te ofrecieron esas Furias Negras para que destrozases nuestro nexo de hermanos? – las palabras del Philodox fluían de su boca directamente hasta los oídos del traidor. El resto del Consejo observaba atentamente, esperando ansiosos el veredicto del Juez.
– Ellas… ellas me ofrecieron terrenos en el sur, por Rumanía. Es evidente que el Wyrm se está expandiendo por el norte… ¡los Colmillos Plateados se están volviendo más corruptos! – Rommath tosió y escupió al suelo. La baba fluía por las comisuras de su boca. – ¡Iba a salvar al clan!
Todos los asistentes del Consejo esperaban que el interrogatorio durase más, pero las malas lenguas sobre lo pusilánime que era Rommath resultaron tener razón. El cuerpo de Diente Pútrido se estaba recuperando a buen ritmo gracias al Roce Materno que el Theurge de su manada le estaba aplicado. Este Garou, de origen sudafricano, se llamaba Petrus Steinhardt, y su piel tostada fue objeto de burla por Rommath y sus matones. Ahora que estaba viendo cómo el ogro que manejaba la manada con mano de hierro sufría, sentía una enorme satisfacción. Aunque la vida del cachorro no le importaba demasiado, en ese momento le llegó a considerar un Ragabash genial. Pero por algún motivo, algo le decía que no era de fiar.
– ¡Os he intentado salvar, hijos de perra! – la cordura de Rommath había explotado; empezó a gritar mientras intentaba separarse del Anciano que lo agarraba. – ¡Me habéis mandado un topo para joderme! ¡El Wyrm os matará a todos! ¡Anthelios caerá sobre vuestras tierras y arderá todo! – mientras se zafaba de la presa, giró su cabeza hacia Diente Pútrido e intentó escupirle, quedando el gargajo a medio camino – ¡Y tú! ¡Maldito bastardo malnacido! ¡Acabarás siendo una mierda, babosa repugnante! ¡No vales nada! ¡Ni lo valdrás! ¡Acabarás tus días comiendo mierda en las calles! – la voz de Rommath fue acallada por un certero golpe del Philodox. El Ahroun traidor quedó inconsciente y su retahíla de improperios acallada hasta el momento de su juicio.
Una vez terminada una escena humillante para las Bestias de Odín, los esbirros de Rommath fueron ajusticiados inmediatamente; Petrus y Diente fueron trasladados a manadas diferentes y desde ese momento, no se volvieron a ver jamás. El resto del Consejo transcurrió sin normalidad, alcanzando Diente Pútrido su estatus de Cliath.
Al finalizar la celebración, el Rito de la Caza fue sustituido por los Dientes Vengativos de Gaia. Rommath Bugenhansen fue asesinado por el resto de su clan, siendo acusado de alta traición. Sus restos fueron arrojados por un acantilado y todo recuerdo de su vida fue borrado de la historia. Su familia fue también masacrada para evitar que su sangre tuviese descendencia.
Jack torció una esquina y vislumbró la entrada del metro. Ya estaba anocheciendo y el calor iba siendo menos agobiante. Los recuerdos de su inicio como Cliath en el clan de Baviera retumbaban por su cabeza. Las palabras de Rommath se habían marcado en su alma… y por lo que podía ver, también en su aspecto. El sudor había dejado manchas por toda su ropa y su pelo era del tacto de estropajo. Al menos el poco que le quedaba. Sus dientes estropeados y amarillos deformaban su cara y las bolsas de sus ojos azules le daban un aspecto triste y apagado. Su situación no era mejor que en Baviera.
Mientras bajaba por las escaleras mecánicas hacia el Andén 31, un niño pequeño que iba en las escaleras del otro lado le señaló y comentó algo con su madre. Algún adjetivo despectivo sobre el vagabundo maloliente. A Jack no le importaba, pues no recibió halago alguno en toda su vida.
Meses después de la ejecución de las Bestias de Odín, Diente Pútrido estuvo vagando de una manada a otra con el objetivo de descubrir más traidores. Estas órdenes del Alto Consejo carecían de sentido, pues ninguna de ellas confiaba en el Ragabash, apodado “Ladrido de Cloaca” por su revelación sobre Rommath. Recibiendo nada más que rechazos e insultos, Diente desarrolló una personalidad hosca y solitaria, deformando su actitud lupus en una mezcla de humano indigente y perro sarnoso.
De vez en cuando, Diente Pútrido dormía en el garaje de uno de los Parentelas de la zona, el musculoso Varick von Humboldt. Varick era mecánico de coches y se había escapado de casa a los 10 años. Uno de los Theurge del clan encontró su sangre de pariente por casualidad y desde entonces había estado bajo la protección de los Garous. No hablaba mucho de su familia, aunque solía hablar con Diente sobre una hermana que echaba de menos, a la que no pudo ver crecer.
Varick era una persona muy alegre y charlatana, contrastando con el aura de melancolía de Diente Pútrido. El lupus conoció a Varick en uno de los encargos del clan, escoltando al Parentela hasta una fábrica abandonada donde debía programar una bomba. Desde ese momento y casi en contra de los deseos de Diente Pútrido, los dos entablaron una especie de amistad.
Si el linaje de Diente Pútrido hubiese sido más puro, se le hubiese tenido más en cuenta. Pero la situación de clan estaba llegando a puntos inaguantables; lo que dijo Rommath era cierto, la presencia del Corruptor estaba alargándose por el norte, mientras que por el sur los ataques de las Furias Negras se iban volviendo cada vez más comunes.
Temiendo lo peor, Zimmerheim Krieg ordenó un ataque masivo sobre las Furias Negras que quebrantó varias normas de la Letanía. Los hombres lobo marchaban sobre la ciudad en sus formas de guerra, masacrando cuanto humano encontrasen. Diente Pútrido participó como unidad de inteligencia, junto con otros dos compañeros Ragabash.
En una de las escaramuzas, el grupo de Diente Pútrido localizó una manada de dos Furias Negras muy inexpertas, que cayeron derrotadas tras una rápida intervención. Fueron interrogadas brutalmente por el Philodox Anciano, que utilizó la información en contra de las amazonas para expulsarlas definitivamente de Baviera. Durante el interrogatorio, Diente Pútrido analizó las preguntas y las miradas que se cruzaban entre el Philodox y las prisioneras, notando algo raro en ellas.
Después de unas semanas de rencillas entre los Fenris y las Furias Negras, estas últimas decidieron retirarse y abandonar la guerra abierta que tantas bajas estaba costando. Contentos, los Fenris celebraron durante dos noches su victoria ante las perras griegas, violando y matando a las dos supervivientes.
Durante las celebraciones, el líder del clan Zimmerheim acabó muerto tras una tremenda borrachera. Una muerte tan deshonrosa provocó muchas trifulcas por el puesto de poder, que terminó asumiendo el Anciano Philodox. Esta situación despertó sospechas en Diente Pútrido, pues sospechaba que el sabio Philodox había urdido un elaborado plan para arrebatar el puesto del líder.
Sin ningún apoyo Garou salvo el de su voluntad, el Ragabash investigó por su cuenta, llegando a entablar contacto con supervivientes de las Furias Negras. Tras haber reunido las pruebas necesarias para desenmascarar la urdimbre de mentiras del Anciano Philodox, se desahogó con su colega Varick.
Lo que cambiaría la vida de Diente Pútrido sería la respuesta que le dio Varick, haciéndole ver una realidad dolorosa e injusta:
– Escucha, Diente. Las acciones de Schaeffer han sido traicioneras a la estirpe. Pero… ¿acaso no han cesado los ataques de las mujeres lobo? La situación en el norte ha mejorado también. – el corpulento rubio pestañeó antes de continuar. – Desbaratar el liderazgo de ese tío sólo traería más problemas al clan. Se desmoronaría en sus aliados y los que están en contra de él y todos acabarían muriendo. – el semblante de Varick se oscureció por un momento. – ¿Por qué no lo dejas? Sé que te entrenaron para ser un espía de la hostia… pero esto es tirar piedras a tu tejado.
Las palabras no se formaban en la garganta del Ragabash. A pesar de que el razonamiento de su compañero tenía sentido… ¡el Anciano había mentido igual que Rommath! Si lo dejaba pasar, la muerte de su antiguo líder de manada y todas las creencias que había defendido se iban a hundir en un mar de ponzoña.
Diente Pútrido tragó saliva y meditó la situación. En el siguiente Consejo les mostraría a todos la verdad, haciendo lo correcto. Varick le pidió que abandonase, de nuevo, pero el lupus ignoró los consejos de su amigo.
La luna se ocultaba entre la sombra del planeta y las nubes tapaban lo poco que se veía de ella. El Consejo se reunía de nuevo para compartir nuevas y presentar a los cachorros que habían pasado la prueba. Diente Pútrido se encontraba sentado con la manada con la que compartía misiones desde hace un mes. No se llevaba bien con ninguno de ellos, ignorando a casi todos. El Galliard que se encargó de abrir el Consejo no pronunció el nombre de Diente Pútrido en el Rito de Apertura del Consejo y esto inquietó al Ragabash.
Al finalizar el último aullido, Schaeffer, nuevo líder del clan, se levantó para anunciar un veredicto importante.
– ¡Atención, hijos de Fenris! Os comunico que tenemos a un posible desertor entre nosotros… y antes de que haga algo que nos perjudique… ¡será juzgado y exiliado! – el gentío empezó a hablar entre sí. Las orejas de Diente Pútrido estaban cabizbajas. No sabía que se refería a él y no quería pensar en qué es lo que iban a hacer al castigado. Schaeffer clavó su mirada en el lupus. – ¡Diente Pútrido, del Camino Roto! ¡Tus actos han sido calificados de sospechosos por nuestro Alto Consejo y serás juzgado!
Sus compañeros de manada se alejaron de él, mirándole como si tuviese la peste. El Ragabash se erguió y adoptó forma humana. Caminó hacia la mesa donde estaban sentados los Ancianos y se plantó ante Schaeffer.
– ¿Vas a juzgarme sin hacer pública tu traición, Anciano Philodox? – Diente se mostró férreo y orgulloso, digno de un Fenris como él. – Hiciste tratos con las perras de las Furias, ¡tú deberías ser castigado!
El Consejo estalló en una furia de gritos e improperios. Schaeffer permaneció impasible e hizo un gesto con la mano para que uno de los Parentela acercase una carpeta de cartón. El Anciano Philodox se levantó y se puso frente al consejo, mientras extraía de la carpeta una serie de fotos en las que Diente Pútrido era visto con una conocida Furia Negra; la Furia Negra a la que había estado preguntando por las actividades de Schaeffer.
– ¿Podéis ver como las palabras de este niño no tienen sentido? – el Philodox lanzó una mirada despectiva a Diente. – Pero no os alarméis, no nos ha traicionado. Solo ha violado la orden de no entablar conversación con miembros del clan rival. Diente Pútrido es demasiado dependiente de nosotros como para traicionarnos. – el déspota Anciano se giró frente al lupus, que le devolvió la mirada con absoluta indiferencia. – Y vamos a utilizar esa “dependencia” para castigarte, sucio perro.
Tras tirar el archivador con las fotos al suelo, Schaeffer se abalanzó sobre Diente Pútrido y extrajo un martillo pequeño de su cinturón. De un golpe certero, aplastó una parte de la cabeza del lupus, haciendo que cayese al suelo, inconsciente. Acto seguido, comenzó a realizar un Rito de Castigo que privaría al Ragabash de cualquier derecho y poder Garou mientras siguiese habitando en las tierras del clan.
– No te preocupes, traidor. Desenmascaraste a Rommath y nos has servido bien. Así que tu castigo no será la muerte, no, no, no. Será mucho peor. – estas fueron las últimas palabras que Diente Pútrido escuchó de su antiguo líder de clan, Schaeffer. Nunca más volvió a escuchar la voz rechinante de aquel Fenris gordo y torpe.
Al finalizar el rito, el cuerpo de Diente Pútrido fue arrastrado hasta casa de Varick, donde se obligó al Parentela a abandonar el país con la carga del apestado. Sin casi tiempo a recoger sus cosas, el joven rubio tomó un avión rumbo a Norteamérica con la custodia de su compañero. A pesar de sus consejos, Diente Pútrido había seguido a su corazón y había provocado su exilio. Era algo mejor que morir, por supuesto.
Lee la segunda parte de la historia.
Imágenes:
- Jacketan: Childer of the Night por kunkka.
- Fondo: LowPoly sewer por Piece-of-Resistance.