Leyenda
El nacimiento de la abominable y bella criatura conocida como Vaiel se remonta al ocaso de los tiempos cuando las tierras y los océanos eran jóvenes y putrefactos; antes de que los primitivos mortales se transformasen en seres sentientes, y mucho antes de que se disipase la inmensa nube oscura de humo negro que cubría los cielos; en un valle remoto de la geografía antigua, entre montañas olvidadas cubiertas de nieve gris, se dice que una criatura prehumana de ojos blanquecinos como el hueso y con un millar de plumas que surgían de su espalda, emergió de las cavernas para atormentar a los habitantes de aquella región. Excavaron en lo más profundo de la piedra en busca de minerales y riquezas, pero se dieron de bruces con una entidad tan antigua como la corteza terrestre, que fue encerrada en las entrañas del planeta eones atrás por seres más allá de la comprensión mortal.
Vaiel devoró las almas de sus desdichados libertadores en un festín repugnante, antes de extender su oscuridad por las primitivas tierras de Ylat. Sin embargo, sus ambiciones como Quimera del Crepúsculo fueron cegadas por la aparición de un dragón plateado tan brillante como el sol. El reinado de terror de Vaiel se truncó con la aparición del bien y fue condenada, tanto su esencia física como su forma espiritual, a morar más allá de las sombras y la vida, encerrada en los túneles ignotos de la luna. Entre las paredes rocosas de su prisión, la locura se apoderó de su malévola mente. Pero su presencia no abandonó el planeta por completo; su manto siniestro y frío rodea los vientos cuando cae la noche y sus desquiciados seguidores susurran cánticos infames en cuevas olvidadas y en ruinas cubiertas de légamo espeluznante mientras esperan que sus elegías hagan que la Niebla de las Sombras caiga sobre los mortales.
Quimera del Crepúsculo, Niebla de las Sombras, el Silencio Nocturno
- Ideograma: Ojo semicircular morado sobre fondo negro, con dos lágrimas plateadas.
- Religión: Sectaria.
- Devotos: Asesinos, herejes, cultores, ávidos de secretos.
- Moralidad: Maldad y perversión.
Adoración
El último vestigio que Vaiel dejó en Ylat fue una trastornada comunidad de acólitos, a pesar de los esfuerzos del Dragón de los Días en disipar por completo la oscuridad surgida de la Quimera del Crepúsculo. Esta camarilla de mortales obsesionados con lo oculto escuchó los preceptos que impartió en su libertad y redactaron a partir de estas proclamas una serie de mandamientos que resumían sus malévolas intenciones. Para aquellos ajenos a la blasfema fe de Vaiel sus intenciones son un misterio, pero los desafortunados que logran entrar en tal abyecto culto son recibidos por las desquiciadas y retorcidas endechas del Silencio Nocturno.
Entre estertores producto de las ignominiosas drogas que toman sus cultores y las trepanaciones psíquicas que los Sumos Sacerdotes practican a los novicios se consigue mantener un culto hermético, ya que en la mayoría de reinos civilizados está penada la adoración a Vaiel, pues se le considera el origen de toda la maldad en el mundo civilizado. Por esto, los devotos de la Quimera del Crepúsculo mantienen sus ceremonias a salvo de mortales ignorantes y sus conocimientos son transferidos mediante pervertidos pergaminos escritos en la pérfida lengua del abismo; llevan a cabo estas terribles prácticas en tumbas amplias y olvidadas transformadas en templos sepulcrales o en santuarios maléficos levantados entre las sombras, siempre a espaldas de la civilización.
Los secretos que Vaiel revela a sus fieles abarcan todo el espectro de sabiduría del reino mortal y no es extraño que viole preceptos de otros espíritus deíficos con el único fin de complacerles. Es bien sabido que la Quimera del Crepúsculo sisea entre penumbras y arrebata conocimientos ocultos a los mortales para que sus adoradores averigüen y ejecuten el ritual que la liberará de sus cadenas lunares.
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Vaiel es representada, en los cuentos que se relatan a los niños, como una esfera amorfa de oscuridad legamosa de la que brotan dos enormes alas huesudas. En lo que se podría decir que es su cráneo, surgen dos apestosas cuencas oculares de color gris pálido carentes de pupila. Se dice que se mueve a través del espacio y la materia como si levitase, sin importarle atravesar objetos sólidos. Lo único que mueve a la Niebla de las Sombras es la destrucción y la muerte, y no goza de otra motivación, pues es una acumulación concentrada de odio, estupidez y rabia.
Por otro lado, los enloquecidos devotos que buscan su bendición, saben que Vaiel exige a sus fieles que sea retratada como una estilizada mujer joven, de piel negra como la pez y facciones perfectas, sin atisbo de ropajes y con la sensualidad de una reina perversa. Ciertos apóstatas han dejado que cuadros, esculturas y reliquias del culto lleguen a manos de incrédulos o ignorantes. La venganza que la Quimera del Crepúsculo liberó sobre ellos fue espeluznante, pero gracias a la estulticia -u osadía- de esos infelices, la figura con la que Vaiel se representa a sí misma es conocida fuera de su culto.
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