Muchos años después de los Pactos de Edith, el consejo real sugirió al monarca en funciones, el rey Osbeld Shadelgast el afable, abolir la esclavitud con el fin de recuperar el apoyo de las naciones no humanas que compartían fronteras con Shadaleen. Considerada una práctica barbárica y salvaje, traída al reino por un traidor enloquecido, la esclavitud desapareció de las calles del reino de la noche a la mañana. Ciertos nobles presenciaron, con resentimiento, como su mano de obra barata se desvanecía, pero uno de los descubrimientos de la arcanista Quamara Rowes revolucionó la sociedad shadalense.
Tras siglos de estudio sobre las energías místicas y la naturaleza de la magia, la Orden de Arcanistas había logrado manipular la fuerza pura que daba forma a los conjuros, el Maná. La extracción del poder arcano y su posterior conservación abrieron una miríada de posibilidades tecnológicas, pero la Orden aún no había podido encontrar aplicaciones útiles a su descubrimiento.
Más allá de las fronteras de Shadaleen, un grupo de enanos exiliados, liderados por Margram Yuncacero, y que vivían en la capital de Malasthar, Beslitz, recibieron una extraña carta procedente de un remitente anónimo. En ella, se les invitaba a reunirse con un misterioso patrón para discutir el desarrollo de una idea revolucionaria. Intrigados por el mensaje, aquellos enanos abandonaron las fábricas metalúrgicas en las que trabajaban para viajar hasta el linde de la frontera entre Shadaleen y Malasthar.
Allí les recibió Quamara Rowes, escoltada por dos de sus guardias más fieles, y les propuso un intercambio. Ellos entregarían parte de la tecnología malasthina, mucho más avanzada que la shadalense, y a cambio obtendrían la fórmula para cristalizar el Maná. Abrumados por la proposición e indecisos, la arcanista Quamara insistió en que nadie, hasta la fecha, había logrado convertir en forma física la esencia de la magia, y que las aplicaciones que podría tener como elemento de progreso serían innumerables.
Con la colaboración de Margram y sus subordinados, Quamara llevó ante la Corona de Shadaleen un prototipo de artefacto que cambiaría el funcionamiento de la sociedad. El Manarraíl era una máquina alimentada por Maná cristalizado que recorrería cientos de kilómetros en horas, superando por mucho el transporte tradicional mediante bestias de carga. El rey Osbeld se mostró excitado e interesado por el proyecto, y legó una buena cantidad de la riqueza real en la construcción de las vías necesarias para que el invento de Quamara llegase a las ciudades más importantes del reino.
Sin embargo, se desató la polémica a los meses de comenzar el proyecto. Los rumores de que la Corona había robado ideas al Imperio de Malasthar para construir sus máquinas se extendieron por todo el reino, y no tardaron en llegar a oídos del Emperador Wilgils Ceolward. Los vientos de guerra soplaron de nuevo cuando se confirmó que una de las dirigentes de la Orden de Arcanistas había sobornado a artesanos enanos para que revelasen secretos tecnológicos de los astilleros de Beslitz.
Imagen: Spark por Anna Steinbauer