El príncipe de los gatónidos no era capaz de seguirle el ritmo a Ngon, el vivaz e inquieto aprendiz de centinela. Éste trepaba por los árboles a la velocidad del viento, brincaba de un tronco a otro y hacía cabriolas por encima de los obstáculos naturales con agilidad y precisión. Al pobre Kael se le atragantaba la lengua y su espeso manto rubio se quedaba atrapado en zarzas; no pudo continuar. Si bien la emoción y la anticipación motivaban su bravata, su forma física se interponía como un muro de roca sempiterna, imposible de trepar ni de rodear.
Ngon alcanzó la copa de un árbol cercano, desde donde podía ver el sucio campamento de los pieles verdes, a las puertas de la Cueva de los Reflejos. Trozos de pellejo en mal estado conformaban unas tiendas de campaña en un estado lamentable, restos de detritus y basura se acumulaban en las empalizadas improvisadas, y una patrulla de indisciplinados chiquillos recorrían de forma caótica las inmediaciones de la población. El centinela novato sufrió un escalofrío al ver cómo tiraban al suelo a su mentora y a los prisioneros.
«Eres un descuidado. Tienes que fijarte más y dejar de jugar, joven Sheol. Sólo así podrás aportar algo a la comunidad, la que te ha acogido.»
Uno de los pieles verdes, larguirucho y con los brazos muy delgados, arrastró a Talim sin cuidado alguno mientras la joven princesa se retorcía y bufaba; al mismo tiempo, Selina observaba la situación sin poder actuar, pues estaba atada y rodeada de enemigos. El traicionero Pakko no separaba la vista del suelo, avergonzado. Sus supuestos aliados se la habían jugado.
Solo uno de esos gatónidos tuvo el valor —o la temeridad— de rebelarse contra sus captores. Sheol estaba cansado de sentirse ninguneado: maulló para arengar a sus compañeros y pegó un salto vertical larguísimo. Gracias a esta proeza física, pudo coger aceleración para caer sobre uno de los goblins, dejándolo fuera de combate con el impacto.
Esto fue una señal para Ngon, que motivado por la demostración de heroísmo de Sheol, brincó de rama en rama hasta alcanzar la linde del campamento. Los desordenados y sucios guardias pieles verdes se pusieron en posición ofensiva, pero Ngon los noqueó con tres piedras bien arrojadas hacia sus rugosas y sudorosas frentes.
«Los hijos de Mushuki somos una comunidad familiar. Nos ayudamos los unos a los otros, y cuando no sabemos qué hacer, buscamos refugio y consejo en la familia.»
Sheol presenció con alegría como Ngon surgía de entre los arbustos y derribaba a los pieles verdes, por lo que no perdió el tiempo y se lanzó contra el goblin larguirucho y su compañero orondo. Selina peleaba como una fiera contra dos oponentes armados con palos afilados; parecía que iban a tener una oportunidad.
Tanta euforia fue recompensada con un buen palo en el hocico: a pesar de su energía, seguía siendo superado en número. Y Ngon no tardó en ser rodeado por varios goblins armados con lanzas improvisadas, redes de pesca y ganchos oxidados.
Fondo: Forestales Desierto Fantasía — gatos Ngon y Sheol por Denebia An’ei