La banda de pieles verdes arrastraron a los gatónidos hasta la Cueva de los Reflejos, una red de cavernas naturales ubicada en las montañas al norte. Fue casi un día de travesía, mientras los goblinoides reían y pinchaban a sus prisioneros, ansiosos por conquistar el corazón del Valle de los Maullidos a través del chantaje. La pequeña Talim sólo gimoteaba, mientras Sheol no salía de su asombro, ensimismado en una mezcla de emoción y miedo que era incapaz de explicar.

La centinela Selina se encontraba bien atada bajo una fuerte red de cuerda de cáñamo, lo mejor que habían elaborado los pieles verdes, pues su reputación de cazadora sanguinaria era bien conocida entre la tribu goblinoide. Bufaba con resignación, mientras sus oídos eran maltratados por los llantos y sollozos de Pakko, el artífice de semejante e idiota plan.

— Por… ¿por qué? — maullaba el joven gatónido, presa de la desesperación y el desasosiego. — ¿Por qué tratáis así a vuestro increíble y estilizado líder?

Unas risitas y un escupitajo al suelo fueron la respuesta de los captores. Estaba claro que se aprovecharon de su particular inocencia para llevar a cabo tremenda traición. Al notar que era ignorado y despreciado, Pakko se quedó en silencio, lamentando sus decisiones. Sus ojos se cruzaron con la centinela, que estaba tumbada frente a él, en un carro de madera e inmóvil bajo una red de cuerda pesada. La mirada de Selina rebosaba odio: ella siempre había sido cuidadosa, y ahora estaba en un aprieto por culpa de la estúpida princesa y su séquito de idiotas temerarios. Ni siquiera guardaba un atisbo de esperanza de que Ngon y Kael pudiesen explicar al cacique lo que había ocurrido. Se resignó.

— Eh, tú. — bufó Pakko, aguantando el tipo lo mejor que podía. — Deberías hacer algo para rescatarnos, ¿no? Eres una asesina…. y eso… — pronunció con un hilo de voz que fue disminuyendo hasta desaparecer por completo antes de la última palabra.

— ¿Asesina yo? — contestó con indignación Selina. — Aquí el único estúpido que puede ser considerado un asesino eres tú, que por tu ingenuidad vamos a ser devorados por estos sucios y apestosos pieles verdes.

— ¿¡Cómo te atreves…!? — antes de que pudiese finalizar su frase, Selina le lanzó un bufido que removió sus entrañas y despeinó su cabello. Pakko se quedó en silencio al mismo tiempo que la caravana goblin arribaba a la Cueva de los Reflejos. Uno de los porteadores, rechoncho y con la nariz hinchada por alguna infección, arrastró sus pies hasta la parte de atrás, donde se encontraban los prisioneros. Sus pestilentes compañeros ya estaban empujando a la princesa de la aldea, a Sheol y a Pakko para que entrasen en los dominios de su señor, pero Selina aún estaba atada y retenida.

Lo que no detectó aquel estúpido goblin fue que, gracias a sus largas y afiladas uñas, Selina se había liberado de sus ataduras. Y no tardó en brincar sobre él para clavarle las garras en la cara y preparar un contraataque.


Fondo: Forestales Desierto Fantasía — gatos Pakko y Selina por Denebia An’ei

Por Maurick Starkvind

Aprendiz de escritor desde siempre, rolero empedernido desde los trece y nintendero desde los cinco. Empecé en esto de la creatividad porque no había dinero para los salones recreativos.

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