Gámbito de Mark

Dos brazos tan gruesos como pilares de templo agarraron a Mark del pescuezo y lo arrastraron fuera de la celda. El ujibo observó en silencio como el iblisio se llevaba a su involuntario acompañante.

— ¡Adiós, amor mío! — logró articular el shadalense. — ¡Siempre te querré! ¡No me olvides! — Hassad frunció el ceño en señal de desaprobación.

— Llevadlo a la sala de preguntas. — pronunció con voz grave el terrible pirata. — Para ti, ujibo, tengo algo muy especial.

Aunque su predisposición socarrona no le protegió de tres sonoras collejas que recibió por parte del mostrenco que lo cargaba como si fuese una salchicha embutida. Fueron pocos pasos, que a Mark le parecieron días, pero la sala de tortura no estaba demasiado lejos.

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Mis cadenas son frágiles

Y las tuyas fuertes, pesadas y apretadas. ¿Qué es lo que querías hacer, repulsivo saco de carne? ¿Acaso querías ver lo que hay al otro lado? Para nada.  Necesitabas excitación, sentir que tu vida estaba en peligro, ¿verdad? Un miserable como tú estaba hambriento de atención y validación, pero ya no.

Ya no porque has dejado de existir. Tus pulmones han dejado de respirar y de tu corazón sólo queda una mancha sobre el suelo. 

Ahí estás tú, tumbado en el suelo, con esa cara de «¿pero qué coño ha pasado?» grabada en tu jeto para la eternidad. Te creías muy chulo entrando aquí, como si fueras el puto amo del universo, pensando que te ibas a llevar el premio al más valiente del barrio. Pero mira por dónde, el único premio que te has llevado es un billete sin retorno al otro barrio. Y no, no es el barrio que esperabas, cariño.

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Capítulo 3 — La luz de Calbarás

Nuestros intrépidos aventureros, Arcturus, Kaélidas y Sheoltio, habían dejado atrás las tundras gélidas de Corzohierro y se encontraban ahora en los vibrantes Pastizales de Calbarás. El contraste entre la tundra frígida y los campos verdes y llenos de vida era asombroso, pero el peligro seguía acechando en cada rincón. Con el arma perfecta, Arcturus necesitaba que su amigo arcanista, Kaélidas, adquiriese un tesoro imbuido con la luz de la mañana, y los rumores que Selinia les había proporcionado les llevaban hasta una extraña grieta en aquella provincia.

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BanqueteDelMar

El banquete que surgió de la mar

Hace mucho, mucho tiempo, existía un pequeño pueblo costero al suroeste de la provincia de Cerie, que vivía de las olas inquietas del Océano de la Solemnidad. Aquella comunidad, formada principalmente por pescadores y tejedores de redes, consumía cada día los frutos que arrancaban al mar. Sus pequeños eran entrenados en el arte de la pesca y el marisqueo, y sus ancianos transmitían de generación en generación las historias sobre los dones del océano.

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Custod Aeson

«En cada trifulca y silencio, forjé mi calma. Soy quien soy, donde la frialdad se encuentra con la decisión.»

Custod Aeson, a sí mismo, antes de enfrentarse al Demonio de Fuego

Custod fue uno de los líderes tácticos de la Justicia Metálica que, tras haber fracasado en varios proyectos de eugenesia genética, decidió huir del país hasta España y formar allí el clan del Viento de Acero. Con el paso del tiempo, la decisión de Custod cambiaría el destino del mundo, levantándose su propio clan como un baluarte contra los tejemanejes malévolos de la Justicia Metálica y las Estigmas.

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