PozosArenaslTemporales

Ethernal Shadows: Pozos de arenas temporales

Noelia

El camino hasta el nuevo pueblo de Sander había sido agotador. Los dos chiquillos no paraban de quejarse de cansancio y las monturas suplicaban agua con tan sólo mirarlas. Noelia echó un bufido y agotó aún más su espíritu conjurando varios litros de agua. Mientras su grupo se recuperaba del viaje, la hechicera oteó las casas de ladrillo ya terminadas y las que aún quedaban por finalizar. Analeen había importado un estilo nuevo de origen malasthino para levantar sus estructuras, creando primero columnas de hierro para dar forma al esqueleto del edificio y después rellenando la formación. A ella le molestaba que se utilizasen los métodos de un país que un lustro atrás consideró su enemigo. Como decía su difunto esposo, Anthelian Highwind, ella había sido entrenada demasiado en la guerra.

Con alboroto y casi derramando parte del cuenco de agua, los hermanos Maverick y Darkerion Highwind corretearon alrededor de su madre, quejándose del sol. La hechicera resopló de nuevo y agarró a sus dos monturas, una yegua color canela achacada por la edad y un semental castrado gris oscuro que compró por menos de lo que valía. Los equinos fueron buenos compañeros de aventura, pero el viaje a través de las Llanuras de Doloria había quebrado sus fuerzas. Noelia pidió a sus hijos que montasen en los caballos mientras ella los dirigía hacia la posada del pueblo. El lugar se había erguido hacía unos meses y la mayoría de las viviendas se encontraban sin dueño, por lo que buscar un hogar iba a ser tarea sencilla, pero de momento la hechicera necesitaba que sus hijos y sus monturas descansasen.

La posada se llamaba «Abrigo de la Aurora» y la llevaba un norteño con su oronda mujer. Fueron recios, pero acogedores con Noelia y su familia; las noches que pasaron allí agradecieron a la hechicera su estancia, pues la afluencia de viajeros al pueblo no era muy abundante. La mayoría de visitantes ya habían comprado una parcela o estaban de paso y querían observar el lugar. Según las suposiciones de Jeiss Aeson, el posadero, el reino de Analeen había construido Sander para poseer un puerto comercial que rivalizase con Gozo de Alinne, uno de los puntos emblemáticos para el comercio del continente.  A los siete días de vivir en Sander, Noelia compró la casa que sería su hogar definitivo, a los pies de una tranquila urbanización, por poco más de cien ésolas de platino. La creciente línea de edificios a medio construir formaba un horizonte espléndido de civilización y progreso. Noelia sonrió cuando acabó de decorar la vivienda con sus hijos.

— Te ha quedado un refugio muy acogedor, Noe. Elian estaría orgulloso de él. – la hechicera se giró al escuchar aquella voz tan conocida. Estaba colgando la colada en el porche cuando recibió la visita de Gustavus Rainmaker.

— ¿Cómo nos has encontrado? ¿Has venido a reclutarme, Gus? – apretó los puños y adoptó una actitud defensiva. Rainmaker fue compañero de ella en la Corte Real y era uno de los hidromantes más poderosos que conocía.  Seco en palabras y actitud, siempre le había rodeado un aura de misterio y sus decisiones crueles e imparciales eran famosas por toda la Corte. La túnica verde y gruesa que llevaba el hidromante cubría todo su cuerpo, mientras que su larga melena gris caía sobre sus hombros suavemente. Rainmaker sonrió.

— Quedó muy claro el abandono de tu cargo. – acarició la poca barba que salía de su barbilla afilada. – He de decir que tu sustituto lo hace peor que tú. Pero no vengo a invitarte a que vuelvas a servir a tu nación, querida. – miró de reojo a los niños, para asegurarse que estaban distraídos diseccionando a un reptil. – Como bien sabrás, puede que uno de ellos desarrolle habilidades… excepcionales. La unión entre Anthelian, un artista de las runas descendiente de una dinastía templaria y tú, una hechicera más que apta para la magia… está claro que habéis sido un caldo de cultivo perfecto…

— No oses comparar a Maverick o a Dark con soldados. Tendrán una vida normal, alejados de la magia, de las runas y del servir al reino. Ya he tenido suficiente. – el enfado de Noelia era evidente. Cuando se enamoró de Anthelian, lo último que pensó en las habilidades mágicas de sus retoños. Tras la muerte de este, quiso apartarse del servicio en la Corte Real. — ¿Has venido aquí para quitármelos? Te mataré antes, Llanto del Desierto. – las manos de Noelia comenzaron a iluminarse con energía eléctrica. Rainmaker dio un paso atrás.

— ¡Por favor, Noelia! Piensa lo que estás haciendo… ¡eres una civil! – abrió las manos en señal de indefensión. La hechicera dudó. – No puedes amenazar a un miembro de la Corte… ¡y menos a un antiguo compañero! 

— ¡Pues dime qué quieres, maldita sea! – sin poder controlando, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. Noelia hizo lo que pudo por aguantar el llanto. – Me retiré del condenado servicio por ellos. Ya perdí a Anthelian, no voy a permitir que me los quiten. – apretó los puños aún más. Descargas eléctricas sacudieron violentamente el aire y el pelo del hidromante se erizó.

— Escucha, tranquilízate. – Rainmaker se acercó a ella y la electricidad paró. Pudo consolarla con un abrazo. A pesar de la fortaleza que había mostrado, seguía afectada por la muerte de su marido. – He venido por voluntad propia para ayudarte. Perdóname por hablarte de esa manera, no quería asustarte. – colocó dulcemente la cara de Noelia frente a la suya. – Si uno de ellos muestra ser hábil con las runas o… alguna afinidad con magia elemental, ¿me permitirás enseñarle al menos? Para que sea consciente del poder que tiene.

— Prométeme, Gustavus. – el sollozo regresó de nuevo. – Prométeme que nos ayudarás. Hasta ahora, ninguno de los dos ha… ha sentido o utilizado magia. – se limpió las lágrimas suavemente, apartándose del hidromante. – Dark se sorprende menos cuando convoco agua o fuego, pero nada más.

— De acuerdo, Noelia. Te daré un cristal de enlace, para que te pongas en contacto conmigo… si necesitas ayuda. – le tendió una gema de cristal verdoso con forma hexagonal. Estaba tallada con mucho cuidado con las runas “Viento”, “Voz” y “Espíritu” formando un dibujo precioso. – Ahora debo regresar a la capital, mi cuerpo se resiente utilizando el teletransporte. – una vez posó la gema sobre las manos de su compañera, Rainmaker dio media vuelta y se marchó de la casa, despidiéndose de los chicos con un saludo afable.

— ¡Mamá! ¡Mamá! – Maverick era el más amigable de los dos. Miró a su madre con sus ojos heterocrómicos. La misma mirada de ilusión que tenía Anthelian. — ¿Quién era ese señor barbudo y qué es eso? – señaló inocentemente el cristal de enlace. — ¿Es para que hagas mogia mejor?

— Es magia, cielo. – se agachó y mostró las runas cuidadosamente a su hijo mayor. – Mira, los símbolos hacen que esta gema conserve magia. Sirve para comunicarse con otra persona sin importar donde esté. – hizo una pausa y vio que Darkerion se acercaba para ver también los grabados. – Ese señor es un antiguo compañero de cuando trabajaba en la Corte Real y ha venido a hacerme una visita. Se llama Gustavus Rainmaker.

— ¿Éll conoció a padre? – preguntó Darkerion, de pie y taciturno. 

— Sí, eran buenos amigos. – Noelia suspiró mientras guardaba el cristal de enlace. – Ahora, vosotros dos, a ayudarme a guardar la ropa limpia.

— ¡No, yo quiero dibujar símbolos en la lagartija que acabamos de matar para que tenga magia! – Maverick lo agarró de los hombros con entusiasmo. – Imagínate, Darky. ¡Guerra de bichos mágicos! – la cara de seriedad de su hermano se esfumó al escuchar la idea.

— ¡O piedras mágicas! Fíjate, hermano. Montamos varias rocas y las pegamos con resina. – el niño recreó la idea con sus manos. Miró a su madre. — ¿Podemos hacer un bicho de piedra, madre?

— Eso que queréis hacer es conjuración, chicos. Y tenéis que ser muy buenos magos para hacer vuestros combates de bichos mágicos. – se dio la vuelta e invitó a sus hijos a entrar en casa. — ¡Y está prohibido, así que a trabajar!

— Jopé, mamá. Yo quería tener mi lagartija con símbolos bonitos. – se quejó Maverick.

Tras conseguir que los dos niños colaborasen en las tareas de la casa, Noelia pensó durante toda la tarde en las palabras de Rainmaker «uno de ellos heredará el arte de Anthelian o mi hechicería. O los dos.» Después de acostarlos, la hechicera se estuvo revolviendo en su cama, sin lograr conciliar el sueño. Deseó con todas sus fuerzas que ni Maverick ni Darkerion fuesen bendecidos con los dones de sus padres; pero la diosa de la Fortuna no escuchó sus plegarias.

Meses después de la visita de Rainmaker, Noelia mantenía a su familia mediante el negocio de tejidos rúnicos que montó en el creciente pueblo. Al ser uno de los pocos sastres con talento del lugar, los clientes eran abundantes y podría permitir a sus hijos tener una educación bien pagada. Cuando finalizó la construcción de la escuela, los dos hermanos empezaron a asistir a clases con mucha ilusión. Maverick estaba enamorado de la idea de tener su propio lagarto con runas para combatir el gólem de piedras de su hermano. Sin embargo, la habilidad del pequeño para grabar runas la descubrió su profesora, Brodelyn Meiers, mientras daba una lección de historia a sus alumnos. El niño reprodujo fielmente en su cuaderno cada una de las runas que mostraban las fotografías en los libros de historia. La noticia conmocionó a Noelia, que se puso en contacto con Ranimaker horas después. El hidromante se puso en marcha hacia el pueblo de Sander en caravana comercial porque su cuerpo se encontraba bastante mal y el médico le aconsejó no utilizar la magia espacio—temporal para viajar.

En los días siguientes, Darkerion mejoró sus trazos en papel y en piedra, con la ayuda de los escasos conocimientos de Noelia. Maverick se encontraba un poco celoso e intentaba imitar los grabados de su hermano, dibujando líneas deformes e incompletas. A pesar de ser el más joven, no se mostró arrogante con él, e incluso probó a enseñarle los trazados correctamente; pero era cierto que se necesitaba un talento natural para el grabado de runas, por lo que Maverick desistió en molestar a su hermano y le animó a que mejorase sus poderes cuando el mago Rainmaker llegase al pueblo.

Pasaron cuatro días más hasta que Gustavus Rainmaker llegó a Sander. Pudo ver que el pueblo había cambiado bastante desde su última visita, un año atrás. La mayoría de los edificios estaban ya finalizados y el bullicio que había en las calles era comparable con el del mercado de la capital. Tuvo que esperar unos cuarenta minutos para que Noelia pudiese recogerle y llevarle hasta su casa. El hidromante se percató en una construcción cerca de la salida del pueblo: el reino estaba levantando una estación para ferrocarriles de maná.

— Así que os va a llegar hasta aquí, ¿eh? – preguntó Rainmaker. – Los de Malasthar han hecho buenas migas con el Consejo y están plagándonos con sus máquinas.

— Ya tengo que aguantar un bajón de clientes gracias a sus textiles fabricados por trastos, Gus. Ahora quitarán el pan a los dueños de caravanas. – a los ojos del hidromante, el año que había pasado Noelia en aquel lugar le había envejecido el triple. – Pero es el progreso. Mientras una máquina no sepa hacer magia, creo que tu puesto está protegido.

— No lo digas demasiado alto, Noe. En dos meses tenemos una visita de un grupo de magos malasthinos para presentarnos un proyecto que “facilitará la vida del taumaturgo”. – Rainmaker suspiró.

— Hace trece años estábamos en guerra con ellos por usurpar nuestras fronteras. Ahora le lamen el culo al hijo de Coureille. – el nervio malhumorado de Noelia emergió de nuevo a la luz. Llevaba un tiempo sin jurar.

— De nada sirve quejarnos. El reino seguirá los deseos de Alfont Coureille, Noe, es su legítimo rey. Pero dejemos la política, ¿así que Darkerion puede ser un maestro de runas? – el hidromante se frotaba las manos, pensando en la habilidad del chiquillo. Su padre fue uno de los maestros de runas más ilustres de Analeen.

— Se le da bien. Ya sabes que nunca distinguí un buen trazo. – la hechicera pensó en su hijo mayor. – Maverick intenta imitarle, por envidia. Pero se le da muy mal.

— Quizás, para que no se sienta mal, puedo enseñarle hidromancia. No tendrá la fuerza natural de un hechicero, pero los magos seguimos siendo buenos en nuestra materia. – respondió el hidromante muy convencido de sus palabras mientras acariciaba su barbilla.

— Rainmaker, ya es suficiente con que uno de mis hijos tenga habilidades mágicas. – deslizó los dedos entre su melena castaña para colocar un par de mechones rebeldes detrás de la oreja. – Maverick… estudiará como un niño normal.

— Como desees, señora Highwind. – la conversación no volvió a tratarse el resto del camino. El vehículo biplaza propulsado por relámpagos conjurados llegó a la casa de los Highwind. Maverick se encontraba reparando una de las vallas estropeadas y el pequeño estudiaba trazos rúnicos en el interior. Cuando el hijo mayor vio llegar a su madre y al hidromante, les saludó amigablemente. Rainmaker quiso visitar a Darkerion a solas, para hablar con él y ver los trabajos que había realizado hasta la fecha. El corazón del hidromante se paró durante unos momentos cuando el chiquillo le mostró su último grabado rúnico:

“ÉL, QUE MORA BAJO LA TIERRA, LLORA EL PASADO EN CELDAS DE CARNE.”

    Seis runas perfectas. “Olvido”, “Tierra”, “Lágrimas”, “Antigüedad”, “Prisión” y “Humano”. La combinación de un hechizo prohibido que se daba por perdido.


Imágenes: Young Wizard por Renard Tamas

Maurick Starkvind

Aprendiz de escritor desde siempre, rolero empedernido desde los trece y nintendero desde los cinco. Empecé en esto de la creatividad porque no había dinero para los salones recreativos.

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