Reunion Borde ImperialReunion Borde Imperial

Las luces de los mundos fronterizos tintineaban a través de la mampara de la Sucellus, en un espectáculo silencioso y sobrecogedor. Lady Weehas se encontraba sentada en un sofá mullido, recubierto de terciopelo sintético y sostenía un vaso con hielos. Tras agitarlo, pegó un discreto sorbo a la bebida espirituosa mientras su mirada se perdía en aquellos planetas del borde imperial. No podía disimular su inquietud, el Imperio llevaba demasiado tiempo con la silla del Gran Emperador vacía.

Uno de los accesos a la sala de estar se abrió con un soplido, tras haber admitido la entrada de un individuo autorizado. Ella ni siquiera se giró, ya sabía que Ternus Martok iba a visitarla en un lugar tan alejado del núcleo imperial, y sorbió de nuevo.

El esbelto Lord Martok pertenecía a un influyente linaje de catlodios y mostraba los rasgos típicos de esa especie: su altura superaba el metro noventa, su piel de tonos púrpuras recordaba a los arándanos y poseía un par de pedicelos a la altura de la barbilla. Clavó sus ojos oscuros en la nuca de Weehas y carraspeó. Su guardaespaldas, un corpulento humano con cicatrices en el rostro, observaba la reunión cerca de su empleador.

— Lady, me he tomado muchas molestias para reunirme con vos. — susurró de forma casi imperceptible. — ¿Por qué el Borde Imperial?

No respondió hasta que el paje de Lord Martok abandonó la sala. El noble tuvo que hacer un gesto para desestimar a su ayudante, quedándose ambos a solas.

— Ternus Martok, querido Ternus. — pronunció con cariño Lady Weehas. Posó con delicadeza el vaso encima de la mesa de cristal que tenía frente a sí y se puso de pie. Su figura curvada tapaba parte del resplandor que entraba por la ventana. Dio un par de pasos hacia su invitado, con cuidado para que su vestido de tela turquesa no se doblase lo más mínimo. — Estos pasillos se encuentran alejados del bullicio de Perguilos y aquí podemos forjar un futuro mejor para nuestros pueblos, ¿no crees?

Cuando terminó la frase, ya se encontraba cerca de Lord Martok y estaba acariciando su mentón. Ambos habían tenido más aventuras de las que querrían admitir, pero las decisiones de Lady Weehas agriaron la relación hasta volverla insoportable.

— He dejado de lado una transacción por venir aquí. — apartó con brusquedad la mano de Weehas. — Ahora cualquier gusano de Rayem va a aprovechar el sector dónde se encontraba Estendusk. — bufó, retorciendo sus pedúnculos con desagrado. — ¿Qué quieres, Weehas?

La aristócrata torció el gesto al presenciar semejante grosería. Uno de los planetas del borde fue consumido en un estallido luminoso al entrar en contacto con el Velo Obsidiana, y el resplandor provocó un juego de luces que acentuó los rasgos afilados de Lady Weehas.

— Las ruinas de un asteroide no son más que chatarra en comparación con lo que te voy a ofrecer, Ternus. — se giró hacia la escena de destrucción que había más allá del cristal. — El Imperio necesita un líder, no un colectivo de patrones estrujando cada Crédito. — en un instante, los fragmentos del planeta errante se desvanecieron más allá de la nube negra.

— Estás loca si crees que el Consejo va a nombrar otro Gran Emperador. — Lord Martok fue interrumpido por Lady Weehas, que puso su dedo índice en sus secos y azulados labios.

— ¿No te has enterado, verdad? Demasiado preocupado por arañar los derelictos de Tenelda. — respondió ufana. — Los kirishôs han encontrado uno de los orbes.

Toda la estancia se encontraba en silencio. La Sucellus era un crucero de lujo diseñado en los mejores astilleros del Imperio y una de las cosas que más hacía sentir orgullo a Lady Weehas era el aislamiento acústico que poseían sus habitáculos.

— ¿Uno de los orbes? — tartamudeó. Esas reliquias de otra era contenían imágenes y coordenadas del Nuevo Vergel. Se rumoreaba que uno de ellos guió al Gran Emperador y a su séquito a través del Velo Obsidiana. — ¿De dónde lo han sacado?

— Eso no importa, Ternus. — de nuevo se giró y clavó su mirada en el catlodio. — Es el momento de avanzar, que te muestres como el verdadero heredero del Imperio. — agarró sus manos y sonrió de forma muy dulce. — Tu padre nos dejó atrás, pero le seguiremos. No nos hemos olvidado del Nuevo Vergel.

Un escalofrío recorrió la espalda de Ternus Martok. Su casta había sido un secreto desde siempre, únicamente conocido por su madre y su círculo más allegado. ¿Cómo podría haberse enterado Lady Weehas de un detalle tan importante?

Ella le lanzó una sonrisa más antes de girarse y sentarse de nuevo a admirar la devastación del Borde Imperial. Allá dónde acababa el universo conocido es dónde se encontraba más a gusto; dónde se podía sacar a la luz los misterios más ocultos de los mortales.

Lord Martok permaneció en silencio durante un par de minutos, hasta que solicitó a su guardaespaldas que le acompañase a la lanzadera. Antes de que abandonase la estancia, Lady Weehas le llamó por última vez.

— En la próxima asamblea serás apoyado por una gran parte del Consejo, Ternus. — dijo antes de acabar con su bebida. — No me decepciones.

La puerta de la sala se cerró con un chasquido después de que el catlodio y su siervo la atravesasen. Por la mampara, Lady Weehas pudo ver como el vehículo auxiliar abandonaba la Sucellus. De entre la niebla negra que formaba el Velo Obsidiana surgió una masa planetaria grisácea, rodeada de humo púrpura. En sus ojos, pudo ver el reflejo de lo que podría ser el Nuevo Vergel. O eso ella quería saber.


Imagen: Encontrada en Pinterest, autor desconocido.

Por Maurick Starkvind

Aprendiz de escritor desde siempre, rolero empedernido desde los trece y nintendero desde los cinco. Empecé en esto de la creatividad porque no había dinero para los salones recreativos.

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