ShockRates Ocaso Sideral

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Me gusta el camarote del último ferry en el que viajo, desde donde dejo ésta bitácora en la senso red, por mi propia seguridad, mientras el pecio oscila hacia Perséfone 2B, en el sector colonial de Nueva Wichita, en la Vía Incógnita.

He tenido la fortuna de que se me asigne un habitáculo con ventana, el azar ha estado de mi lado por una vez. Tumbado en mi cápsula, esperando el aviso de coma inducido, trato de recordar cuando fue la última vez que me sentí un tipo con suerte mientras contemplo el cosmos a través del cristal de policarbonita, sucio y arañado. Y me remontó mucho tiempo atrás.

Tenía sólo siete años imperiales, que equivalían a 2 y 609 días del calendario colonial de Darwin 23, mi hogar. Ese día, el Organismo Imperial de Selección Natural citó a todos los individuos de la colonia agrícola C-21-H. Imagino que hicieron lo mismo en el resto de cuadrantes del asteroide habitable Darwin 23, a fin de cuentas, nunca vi con mis propios ojos qué mas cuadrantes tenía aquella roca ingrávida a la que llegué a llamar casa, aunque después logré memorizar toda su información.

Qué dramático sainete es la existencia, y cuánto más tuve la oportunidad de descubrirlo de entonces en adelante, pues el resultado del test imperial 937-T/X, que se hacía a todos los especímenes de mi misma edad en el Imperio, me delató como un individuo evolucionado. Menuda broma, el único niño de todo Darwin 23, yo, una improbable posibilidad casuística en un satélite bautizado en honor de un biólogo fallecido hace milenios, que tuvo la cómica brabuconería de afirmar que el homo sapiens sapiens procedía de un primate, qué barbaridad.

Según los funcionarios imperiales, mis genes eran fruto de un escaso acontecimiento evolutivo, resultado de la mezcla de variables cromosomáticas y cambios naturales de los ácidos desoxirebonucléicos que venían macerando desde hacía siglos atrás en mi árbol genealógico, consecuencia de las aclimataciones gravitacionales y las resistencias gamma heredadas en los últimos cientos de individuos dependientes de la misma hélice. Sentí miedo, pero me sentí afortunado a la vez, ese fue mi día de suerte, la suerte venció a mi pánico inicial, me comunicaron que yo era especial, no solo eso, que yo era mejor, que yo era el que estaban buscando.

Mi progenitor biológico desempeñaba la labor social de prospector agrícola, mi matriz biológica era funcionaria imperial, asistente sanitaria, ninguno de los dos individuos habían mostrado jamás ningún síntoma evolutivo en los test imperiales que se aplican a todos los individuos censados del Imperio en sus diferentes etapas de la vida. Pero a mi, mis genes, decidieron jugármela.

Al día siguiente los funcionarios imperiales del O.I.S.N. cumplimentaron todos los formularios necesarios para adoptar mi tutela, y abandoné el Asilo Infantil de Conducta y Maduración Selectiva Imperial de la colonia agrícola C-21-H. Desde entonces pasé a ser propiedad del Emperador, un bien patrimonial.

El Imperio se encargó de mi Educación y Asignación de Conducta Ética de ahí en adelante. Comencé a hacer vida en otro A.I.C.M.S. Imperial, uno mucho más grande y moderno, en el Sistema Solar Primigenio, con cientos de individuos llegados de todos los confines del Imperio Galáctico Leal Conocido, niños y niñas de reclutados por sus prometedores genes desde Sinysterra V en el Cinturón de Ganipolis, hasta 862B en el Cúmulo de Neo Nibiru.

Esto hizo tambalear mi alegría, ya que entonces me di cuenta de que yo, no era ni tan único ni tan especial, pero la soledad que eso hubiese supuesto en mi identidad individual, se vio reforzada por el sentimiento comunitario de especie, rodeado de todos esos jóvenes en mi misma situación con los que compartir mi aprendizaje como Homo Imperialis, la nueva humanidad. Eramos el futuro.

La especie prosperaba por todas las galaxias, y miles de individuos eran alumbrados con una nueva configuración genética que nos convertía, teóricamente en , mejores, los Homo Imperialis. La propaganda política extendía el dogma de que descendíamos directamente del emperador, algo así como cuando en la Tierra se llegó a la conclusión de que el 0,5% de sus habitantes descendían de Gengish Khan.

Se que suena alarmante, miles de individuos evolucionando en todos los confines del Universo, pero, el censo imperial alcanza varios miles de millones de habitantes en nuestro milenio, la estadística es correcta, y de estadísticas se lo suficiente como para asegurar que no me equivoco, que cada segundo nacen cientos de individuos genéticamente avanzados en el Imperio. Además, los individuos necesitábamos una correcta educación para el despertar neuronal de nuestros dones, y de eso, solo se encargaba el Imperio.

Durante años recibí todo tipo de asignaturas, la geografía y ciencias geosociales Universales, entrenando lo suficiente mi mente como para memorizar todos y cada uno de los astros nombrados y conocidos del firmamento junto con sus coordenadas y sus elementos químicos predominantes;

En filosofía descubrimos el pensamiento humano desde Platón hasta Grubbhirgher XII de Burebleaux; La química y la biología del cosmos, orgánica e inorgánica, la tabla periódica y sus 450 elementos, junto todas sus valencias y posibles mutaciones Gamma; La diplomacia y ética imperial de todas las colonias; La matemática, convirtiéndome en un ordenador humano capaz de pilotar a mano, sin asistencia informática, un vuelo sideral en el pliego, calculando a 9 exaFLOPs por segundo.

Me sometieron a la más avanzada medicina bio genética para estimular correctamente cada milímetro de mi córtex, para acelerar la química entre mis conexiones neuronales, nanochips corticoides, inyecciones de LXD, tratamientos hormonales… Siempre supervisado por los mejores sanitarios imperiales.

Y así, me graduaron a la edad de 13 años Imperiales, con Cum Laude en Materia Psiónica y Razonamiento Antimateria de Gibs y Ciencias Caóticas. Terminado el adiestramiento, me asignaron el nombre de Shock-Rates 15K523 (El nombre secreto del proyecto en el que participé más mi número de expediente académico), y me asignaron una categoría de funcionario imperial en el laboratorio de Bio Masa y Estudio de la Antimateria de la Sexta Luna de Quimera III, en el sistema bisolar de Bryllion 6.

Me sentía afortunado, en verdad os digo, joven, útil, rodeado de mentes brillantes y al servicio directo del Imperio (suspiro)… el Imperio.

No hay fondo tras la ventana de mi camarote de clase turista, el infinito se jacta ante mi a carcajadas, grosero. Se ríe con obscenidad y espolea todos esos planetoides brillantes frente a mi para que parpadeen. Hogares de nuevos Homo Imperialis. Pequeñas lágrimas en el espacio.

Le devuelvo la ofensa al cosmos, porque tú, infinito bang uniforme e inabarcable, ya no eres ni dios ni misterio, solo eres la prostituta sodomita del Emperador. Por vanidosa y presumida que te sientas, siendo la primera de su harem, no dejas de ser profanada sin permiso en cada embestida de la humanidad. Llorarás cuando pare, y gritarás cuando empuje. Dejaste de ser virgen hace milenios, y yo… yo soy puro e inmaculado, un eunuco psiónico, un ordenador humano capaz de desnudarte con la mirada y sonrojarte con la evidencia de tus más pudorosos secretos. Para mi, ya no eres poesía universo, ya no, y la culpa es del Imperio.

Se que los funcionarios imperiales van a perseguirme desde mi huida, porque no dejan nada a la probabilidad, y yo, se demasiado para no estar bajo su regazo. Me he convertido en un proscrito, un disidente del imperio, un hereje, un delincuente político.

Se me acusa de espionaje técnico, indecoro, desacato, crímenes contra la humanidad, terrorismo y traición a la corona. Demasiados términos legales para definir uno solo, Libertad.

Por eso viajo en una barraca como la Guanajato 8, en clase turista, con una identidad falsa. No me costó convencer a los funcionarios de aduanas con telepatía, pero debo guardar discreción, otros como yo me rastrean. Cuando aterrice, seré Mekon Mutombo, representante comercial de biosemillas agrícolas para cultivos extremófilos en gravedad cero. No he decidido aún quien seré en el próximo espacio puerto, pero se que debo hacer lo posible, con mi don, para que no haya más Homo Imperialis. Estoy solo en mi huida y no tengo compinches en mi boicot, quizás, en contra de todo lo que el Imperio me ha enseñado, debiera abrazar alguna de las múltiples fes humanas para no sentirme tan solo, aunque hablar con mis dispositivos de bitácora de la senso red es lo más parecido a rezar que creo puedo llegar a hacer. Aunque, ¿cuál es la parábola de la realidad?, si el Imperio también es mentira. Soy un pez de colores en una pecera.

(Suenan pitidos en la grabación de senso red) Los pilotos avisan a los pasajeros de que se va a proceder al pliegue para cruzar éste sector, mi cápsula ha quedado sellada y en seguida me dejaré llevar por el dulce aroma del Tropofol T3, que es como el de la canela sintética que llevaban los dulces del postre en la escuela del A.I.C.M.S. Me dejo llevar con calma y la conciencia limpia, saboreando aquél postre crujiente en algún rincón de mi hiper mente. Fin de la bitácora.


Imagen: The Oracle por Daniel Comerci en ArtStation.

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